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África, continente fascinante, territorio de leyendas valientes, tierra de raíces profundas, espacio impresionante, adolorido por sus severos contrastes sociopolíticos y económicos, dotado de una excéntrica y fantástica naturaleza entre la exuberancia y la modestia extrema. África, extenso espacio agrio, severo, alucinante, aquejado, consecutivamente desgarrado en sus entrañas por condiciones controversiales y extemporáneas, marcando ineludiblemente su pasado y presente histórico, períodos críticos de desarraigo y olvido.
Venezuela, cada vez está más cerca de África. La nación caribeña al no reconducir urgentemente su economía, inevitablemente se dirige a una hambruna, tan igual o peor a la que viven y han vivido los africanos. Nuestra nación atraviesa, uno de los peores momentos de desabastecimiento alimentario, acercándonos a situaciones de hambre propias del tercer mundo, generadas por la caída de la producción nacional, falta de divisas para importar bienes y servicios, una inflación de 118 por ciento, la cual puede cerrar el año alrededor de un 180 por ciento, agudizando dramáticamente el suministro de comida a la población.
Según estudios aportados por Ecoanalítica, los sueños de contar con una alimentación adecuada, se han desvanecido detrás de la más escandalosa gestión que con ropaje de una supuesta revolución, encubre ansias totalitarias y la más impune corrupción, sosteniendo especialistas que en Venezuela se han despilfarrado 800 mil millones de dólares y ahora las familias tienen que vivir con cartas de racionamiento, donde la inflación agresiva se come ferozmente el salario, elevando 600 por ciento el precio de una lata de atún enlatado de 140 gramos en apenas tres meses, entre marzo y mayo. Estos números nos dan la razón, ya que a principios de 2015 la canasta alimentaria familiar superó 13 por ciento más frente al año anterior.
Es bastante angustiante la situación en materia alimentaria y se intensifica cuando el Gobierno nacional no escucha voces como la de la Cámara de Comercio, la cual rechaza la decisión de enviar alimentos a la red pública, vislumbrando un contexto complicado, debido a que el redireccionamiento de los productos regulados a Mercal, Bicentenario y Pdval, condena a los consumidores a la penuria, al no contar estas dependencias con calidad en el servicio al cliente, sometiéndolo a condiciones inhumanas, casi tan igual o peor a las que atraviesa el continente africano.