En los primeros cuatro meses del año, 13 ciudadanos venezolanos fueron expulsados del país, según un informe reciente del Parlamento federal. Apenas 0,21 % del total de deportaciones registradas en ese lapso (6.151). Con estos nuevos casos, ya son 99 los venezolanos deportados entre enero de 2023 y abril de 2025.
Durante 2024, fueron 64, más de la mitad -51 personas- regresadas directamente a Venezuela. Para el resto, las autoridades no especificaron el país de destino. En 2023, año en que Berlín puso en marcha su “ofensiva de deportación”, hubo 22. Antes de eso, no había registros de expulsiones hacia tierra venezolana.
En los archivos públicos del Bundestag, Venezuela no figura en las listas de vuelos colectivos ni en los datos de deportaciones acompañadas por policías o fuerzas del país de destino, lo cual sugiere que las deportaciones probablemente se realizaron de forma dispersa.
“Muchas se ejecutan de noche”, explica María Gabriela Trompetero, profesora de estudios migratorios en la Universidad de Bielefeld.
No hay excepciones: ni la infancia ni la vejez detienen el proceso. A veces, padecer una enfermedad crónica -una de las razones más comunes por las que los venezolanos solicitan refugio en Alemania, según la oenegé Einheit für Venezuela- abre una rendija en el muro, una posibilidad de quedarse, amparados por una prohibición de deportación.
“Entre los solicitantes de asilo sí existe muchísima preocupación, estrés, cargas psicológicas fuertes, por miedo. Desde 2023, por primera vez después de muchos años, también fueron afectados los venezolanos. A pesar de que muchas de estas personas enfrentan graves riesgos para la salud han sido deportadas, y esto genera mucha incertidumbre dentro de la comunidad venezolana”, dice la socióloga en entrevista con TalCual.
Alemania, firmante de compromisos como la Convención de Ginebra sobre Refugiados, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONU y el Convenio Europeo de Derechos Humanos, está obligada a ofrecer un procedimiento de asilo justo y a abstenerse de deportar a personas hacia países donde su vida esté en peligro.
Sin embargo, la práctica cuenta otra historia: “La disminución de las tasas de reconocimiento, la falta de asesoría legal en idioma nativo y las primeras deportaciones documentadas de venezolanos apuntan a una brecha de protección cada vez mayor”, se lee en una reciente publicación de la Red Alemana de Migración Forzada.
La presidenta de la oenegé Venezolanos en Sajonia, Lore Zavala, recuerda que en 2024, tras las deportaciones, se reunió con el ministro del estado de Sajonia.
A raíz de ese encuentro, se emitió una recomendación dirigida a las Ausländerbehörde, las oficinas de extranjería donde se emiten las órdenes de deportación: “A los venezolanos que estén trabajando, pero tengan orden de deportación, como que ponlos de último”.
“Eso está vigente hasta diciembre de este año, pero están estudiando el hecho de alargar ese decreto”, cuenta. Esa excepción, aplicada únicamente a los connacionales, fue un alivio para muchos.
Pero muchos otros venezolanos, al ver negadas sus solicitudes y sin derecho a trabajar, optan por regresar voluntariamente. “Las oficinas de migración nos dicen: ‘Si Venezuela está tan mal, ¿por qué se devuelven?’ Eso ha sido una puñalada”, lamenta Zavala. Eso ha perjudicado a muchos.
Trompetero lo explica de otro modo: el miedo puede más. A veces, por desesperación, algunos aceptan la opción del retorno voluntario, de la autodeportación. Incluye una ayuda económica y la posibilidad de regresar a la Unión Europea más adelante. A diferencia de la deportación, que impone restricciones de reingreso, esta alternativa deja una puerta entreabierta.
Pero entreabierta no significa fácil. Muchos son enviados a pueblos cercanos a la frontera con Polonia, aislados, sin redes de apoyo. Allí la espera se vuelve más silenciosa, más dura. Las organizaciones de ayuda en Sajonia han comenzado a reportar síntomas de estrés postraumático, no solo por la huida de Venezuela, sino también por las condiciones en los países de tránsito y el trato institucional que reciben en Alemania.
Las caras cambian, los paisajes también. Pero el relato se repite: escapar de Venezuela fue una necesidad. Permanecer en Alemania es una lucha diaria contra el miedo, la espera y la posibilidad del regreso forzado.
Fuente: Tal Cual
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