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Dentro de todas las funciones o roles que desempeña el ser humano, la más sensible para forjar gente sana, optimista y con empuje para vivir, es la tarea de ser padres.
Cuan delicado es ser padre y madre, por la misión que envuelve permitir el libre desenvolvimiento de la personalidad de los hijos, a la vez de orientarlos con amor, sin hacerlos sentirse asaltados en sus afanes.
Balancear nuestros esquemas y pareceres para depositar en los hijos lo más acertado, conveniente y efectivo para su felicidad sin que nadie los dañe o los haga desoír los protectores consejos emanados del alma materna o paterna; a menudo se presenta difícil, por cuanto con cada cumpleaños se sienten independientes, autónomos e integrándose a la vida social no se arman con el escudo preparado en casa a lo largo de su crianza, pudiendo hacerse vulnerables si no se blindan con el sentido común.
Cuando los hijos bajan el escudo que los padres le han forjado para protegerse de aquello susceptible de derribarlos, entonces quedan expuestos a los avatares de las circunstancias perniciosas.
Por lo general y tratándose de gente sana, el consejo de los padres siempre persigue evitarles sufrimientos a los hijos, a la vez de querer heredarles un futuro lleno de certidumbre y armonía, para proyectar la generación hacia el futuro; pues son ellos su continuación y la huella de su paso por esta tierra.
Los hijos son el dolor de los padres, la esperanza de continuar viviendo, el legado maravilloso del Creador. El agotamiento de los hijos es la consternación de los padres, pues el cansancio de ellos, es pesar de estos.
La renovación de la energía paterna y materna, son sus hijos, donde ha de procurarse eliminar todo lastre que impida asumir la vida y la visión de ella con mayor claridad en el horizonte.
Grande torpeza es el impulso irreverente de apartarse de la puesta sobre aviso de los padres en su amorosa misión de salvarles de las trampas de la vida y de sus taimados titiriteros.
Sublime es el regocijo para la familia, cuando los hijos escogen relacionarse con gente de valía, con personas que les hagan crecer en virtudes y con quienes compartan ideales de nobleza, de dignidad, de honestidad, de fortaleza moral y con una concepción del mundo para evolucionar en la aspiración de ser cada día mejores personas y mejores ciudadanos.