Esta
“Alguna vaina tiene que pasar para cambiar esta situación que estamos viviendo”, es el clamor de muchos wayuu, pobladores del municipio Guajira del estado Zulia en Venezuela, así como los que viven en el Departamento de la Guajira en Colombia.
Desde que se inició el cierre de la frontera con la creación del Estado de excepción, decretado por el Gobierno venezolano, bajo el supuesto de controlar el comercio ilegal, la inseguridad, el paramilitarismo y otros males que padece esta región, hasta el presente los resultados y consecuencias de este decreto lo que se observa es una vulgar militarización del territorio ancestral wayuu. El despliegue de tropas, tanto de la GNB, como del Ejército, nos hacen creer que estamos en una situación de guerra, pero no contra los supuestos bachaqueros, paramilitares, delincuentes o malignos que están dañando la paz de la frontera; esta “guerra” no declarada es directamente sufrida en carne propia por la mayoría de los wayuu que padecen los efectos del maltrato de las Fuerzas Armadas allí acantonadas, con la misión de hacer cumplir “ la orden del gran jefe” que se le ocurrió “esta genial idea”.
La tragedia para esta población comienza en el puesto de control de la Guardia Nacional, ubicado a escasos metros del Puente sobre el Río Limón, que marca el límite de los municipios Mara y Guajira en el estado Zulia. Prácticamente la “raya” fronteriza, que está ubicada en Paraguachón, que marca el fin de Venezuela y el inicio de Colombia. Allí empiezan los controles, a las familias wayuu que van a Maracaibo en búsqueda de algunos rubros alimentarios, les permiten pasar una sola unidad, si llevan dos o más, estos son decomisados por los guardias, quienes tienen que cumplir la orden del gran jefe. De igual manera, los maltratos, las vejaciones, incluyendo las provocaciones a la gente, son parte de la tragedia diaria del cruce de este puente.
La pregunta que nos hacemos es ¿acaso el municipio Guajira no pertenece a Venezuela? Muchas veces pensamos que pertenece a Colombia por la forma de controlar y maltratar a la población. Por supuesto que los voceros que informan al gran jefe le dicen que “los wayuu están muy contentos con el cierre de la frontera, felices porque no les falta comida suministrada por el “casa por casa” de Mercal y que están muy satisfechos de soportar las grandes colas, hasta de cuatro horas o más, para cruzar el Puente sobre el Río Limón”.
Lo cierto de toda esta tragedia que están viviendo los wayuu, es que el cierre de frontera se está convirtiendo en el “gran negocio del siglo para los militares”, porque ellos siguen con la matraca, el cobro de vacuna para pasar los alimentos y el combustible para Colombia. ¿Cómo explicar la suspensión del comercio legal entre las dos naciones, bajo el supuesto de controlar el comercio ilegal, si todos sabemos que el bachaqueo de alimentos y combustibles continúa bajo la anuencia de las FAV? Si el componente militar es tan fiel al cumplimiento de las leyes para controlar este comercio ilegal, ¿cómo nos explican las toneladas de alimentos y miles de litros de combustible que entran diariamente a Colombia?
Una consecuencia de la suspensión del comercio legal entre las dos naciones es la pérdida de centenares de empleos indirectos de aquellas personas que laboran como caleteros en las almacenadoras, los vendedores de comida afectan el único hotel ubicado en el municipio Guajira. También los pequeños comerciantes que tienen sus negocios en este municipio, y sin poder surtir sus pequeños negocios, violando así el libre comercio garantizado por la Constitución.
La escasez de alimentos, de productos de limpiezas, de medicamentos y otros rubros utilizados por las familias wayuu, son nuestro “pan de cada”. Lo poquito que se consigue tienen que ser adquiridos por unos precios que oscilan entre el 900 por ciento de costo real o más. Muchos de nuestros ancianos y ancianas califican a este Gobierno como “hambreador del pueblo”. “En nuestra memoria colectiva, no recordamos una acción tan perversa como esta imposición de la revolución, ni siquiera en las peores dictaduras que hemos superado”, sostienen.Los grados de desnutrición de la población infantil wayuu han crecido de una forma alarmante, debido al control impuesto por las Fuerzas Armadas en el Puente sobre el Río Limón.
Hay mucho temor. Temor a denunciar los atropellos de las Fuerzas Armadas. Los voceros y voceras de los Consejo Comunales wayuu tienen el temor de que si denuncian les pueden quitar el suministro de los alimentos de Mercal o a ser desplazados de su vocería. El liderazgo wayuu que comparte los espacios del poder en el Gobierno están calladitos, sólo abren la boca para pronunciarse: “que los wayuu están muy contentos con esta medida”. Será temor o será que es más fácil cuidar el puestico en ese espacio de poder. Un ejemplo muy claro lo vivimos los días pasados, en donde todos los legisladores del estado Zulia hicieron una “sesión extraordinaria del Consejo Legislativo en Paraguaipoa, en la sede la Brigada 13 del Ejército, en vez de hacerlo con la población wayuu en la plaza Bolívar, como lo solía hacer nuestro Comandante Eterno.
Volviendo con el decir de nuestros ancianos y ancianas, nos preguntamos, ¿es esto el legado de Chávez? Pensamos que no: Chávez, lo sabemos todos, visibilizó a los pueblos indígenas, nos dejó unas leyes que dignifican nuestra condición de pueblos originarios, nos levantó la moral y el espíritu de lucha de continuar resistiendo para mantener nuestra identidad y nuestra diversidad cultural, en fin, nos sentimos amados por ese ser maravilloso. Ahora, de la noche a la mañana, somos perseguidos, sometidos a vejaciones, humillaciones y despreciados por unos militares que supuestamente fueron formados bajo la ideología de la “unión cívico militar”.
En estas horas de sosiego y oscuridad no quisiéramos perder la esperanza que nos inculcó el presidente Chávez. Le decimos al mundo que estamos en alerta y nuestra resistencia ante estos atropellos son continuos y activos. Por favor, acompáñennos en esta lucha.