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Quiero rendir este homenaje a mi recién fallecida madre. ¡Qué difícil en tan pocas líneas expresar todo lo que ella significó para mi vida, creo que soy egoísta por pensar que debía siempre estar conmigo!
Sonriente, educada, amistosa, simpática, colaboradora, virtudes que cautivaron a quienes la conocieron y disfrutaron de su cercanía, que hoy lloran, y como yo, desearían resucitarla, como Jesús ha prometido a los que poblamos el mundo. Ella disfrutó del don de la vida, del don del amor, lo recibió y lo supo dar, del don de la felicidad, reflejada en la tibieza de su hogar con mi hermano y conmigo; la conversación de sus amigas; sus horas laborables como funcionaria de Gobierno, con la sensación del trabajo bien cumplido; el encuentro con familiares lejanos; su lectura con libros que le dieron esa educación y conocimiento impecable; y en el sentir de la presencia de Dios, que sin pasar de exagerada, en ella el Creador, como en tantas otras personas, mostró su tarjeta de presentación.
La vida está hecha de risas y lágrimas, he reído mucho, hoy lloro porque la necesito, y extraño en este pequeño mundo donde falta ternura, amor, respeto, honestidad, lealtad, fidelidad, y muchas otras que invaden a millones de seres.
Mis hijos, mi esposo y yo, nos sentimos como si estuviésemos acorralados, aturdidos, en un camino perdido, donde la tuvimos y ahora no la encontramos. Pero hay una quieta alegría, un secreto goce, un íntimo silencio, que nos descifra que ella está al lado de Dios.
De pequeña la vi pequeña, crecí y la vi grande, muy grande, donde muy despacio nos llenó a mi hermano y a mí, de los mejores sentimientos que una madre puede darle a sus hijos, siempre con palabras dulces, claras y sabias,
Mas allá de lo que imagino del Cielo prometido, está ella cuidándonos; esa es ahora su ocupación, preocupación, y agenda que día a día trajinaba en la tierra; y aquí estamos extrañando sus consejos, enseñanzas, luchas, alegrías, por todo cuanto nos aconteciera.
Mi gratitud Señor, mi buen Dios, por permanecer ella cerca de mi, de los míos; por hacer que cada cosa que parecía insignificante, ella nos enseñara que tenía un valor especial; porque superamos momentos gracias a su amor que nos alentó y a tu amor divino que nos iluminó. Somos felices al recordarla con un Cielo nuevo, sin que nada oscurezca nuestras vidas ni detenga nuestros sueños.