Alternativas políticas, más allá de las elecciones

Es de esperar que el Gobierno esté interesado en debilitar la imagen del sistema de representación político, incluso a costa de afectar a su propio partido

La participación ciudadana es uno de los factores fundamentales de la democracia. Bien sea a través del voto, el derecho a la protesta, o simplemente la posibilidad de poder agruparse con otras personas para ejercer acciones en torno a temas específicos que pueden ir desde la defensa de los derechos humanos a la promoción de un evento cultural, las personas deben tener la posibilidad de involucrarse con su entorno a través de la participación. Limitar esta posibilidad es sin lugar a dudas antidemocrático, y más aún es un acto contra las libertades fundamentales de cualquier persona.

Hoy en Venezuela este derecho se encuentra cada vez más limitado, ya la libertad de expresión había sido atada a través de una estrategia de compra de medios de comunicación y ataques al periodismo independiente, también el ámbito de la protesta ha sido vulnerado a través de la amenaza verbal y física, y ahora le ha tocado el turno a otro canal de participación como son los partidos políticos. En su libro Democracia sin el pueblo, M. Duverger escribe: “Francia se acerca más a un régimen sin partidos. La primera originalidad de los partidos franceses consiste en ser débiles, en estar enfermos”.

En la línea de Duverger se puede decir que la dinámica política del país ha profundizado la debilidad y enfermedad de los partidos políticos, más allá de la coyuntura actual en la que se les ha sometido a una carrera contra reloj para validarse. El PSUV con su estructura clientelar o los partidos que integran la MUD son evidencia de un sistema de representación debilitado. 

¿A quién beneficia la situación anterior? Sin duda que al Gobierno, quien estando debilitado se mantiene de pie gracias a que su adversario principal, la MUD, se encuentra en una situación de mayor precariedad. Visto de esta manera es de esperar que el Gobierno esté interesado en debilitar la imagen del sistema de representación político, incluso a costa de afectar a su propio partido. 

La situación anterior conduce a una ruta política menos convencional que la electoral, al menos con el entramado institucional existente. Este camino alternativo se caracteriza por la incertidumbre, y se mueve entre extremos opuestos, siendo uno de ellos el de la participación popular a través de mecanismos como el de un proceso constituyente. En este contexto, las masas deciden saltarse las trabas institucionales impuestas y buscan promover un nuevo orden a través de la presión popular, para imponer la voluntad de la mayoría. Este camino ya está latente hoy en Venezuela.

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