Transparencia
Cuando en el país por ninguna parte se encuentran alimentos ni medicinas; mientras no tenemos agua ni electricidad eficiente; mientras crecen las colas y la paciencia de los ciudadanos se agota; cuando por ninguna parte se consiguen repuestos ni baterías para los vehículos; cuando el precio del petróleo ya ronda su costo de producción en Venezuela (23,5 dl/b) y se estima que en 2016 la inflación llegará al 700 por ciento; cuando se estima el decrecimiento del PIB en 2016 en un 10 por ciento; cuando Transparencia Internacional nos califica como el país más corrupto del continente; cuando experimentamos una crisis hospitalaria de pronóstico reservado y el Parlamento ha declarado una “crisis humanitaria”; mientras todo eso sucede, el régimen actual no toma ninguna medida esencial, acertada ni oportuna, pudiendo hacerlo con plenas facultades. Solo se crean inmensas comisiones o consejos, nada “productivos”, que pretenden resolver por televisión, los graves problemas que nos aquejan.
Los venezolanos observamos más de lo mismo, y de manera especial, la alarmante incapacidad de quienes nos gobiernan. El colmo ha sido, que en el I Encuentro Productivo de Agricultura Urbana, Maduro nos recomendara “retomar los conucos urbanos productivos” en pleno siglo XXI. Con ese “conuco intelectual” en la cabeza, es imposible enfrentar esta grave crisis económica, que según expertos del FMI tiene a Venezuela al borde de la “implosión”. Los venezolanos nos preguntamos: ¿Cuáles son las medidas para reducir el déficit fiscal de 20 por ciento del PIB? ¿Cuáles son las decisiones para reorientar el gasto público? ¿Cómo se piensa enfrentar la disminución de ingresos fiscales? ¿Se subirá o no la gasolina? ¿Cómo se van a reasignar las escasas divisas? ¿Qué se va a hacer con PDVSA? ¿Qué ocurrirá con el régimen cambiario? ¿Qué ocurrirá con el control de precios? ¿Seguiremos emitiendo dinero inorgánico? ¿Seguiremos vendiendo petróleo casi regalado como ocurre con Cuba o Petrocaribe?
Ante un régimen que nada decide, la angustia de los venezolanos es cada vez mayor. Vivimos un creciente temor, una ansiedad sin precedente, pues no sabemos a dónde nos llevará este disparate, al que denominan socialismo del siglo XXI, que cree que por arte de magia va a superar la grave crisis estructural que padecemos.