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La situación desesperante de las familias venezolanas, su empobrecimiento, la falta de comida, medicinas; servicios públicos extremadamente deficientes y la inseguridad campante; el derroche grosero de mucha gente del oficialismo, los denominados “enchufados”, porque el pueblo llano chavista también sufre las consecuencias de un régimen que ya ni siquiera se digna a dar respuesta a los gritos de un pueblo expoliado, constituyen un peligroso coctel y no molotov, precisamente, pero que puede estallar con incendiarias acciones, como las del “ruso”.
Son momentos peligrosos y sus consecuencias siempre son impredecibles y nefastas. Las hemos visto en pequeños focos, en tumultos y saqueos a supermercados y otros centros de abastecimiento. En este sentido, los partidos de la oposición integrados o no en la MUD, los partidos del oficialismo, las organizaciones de la sociedad civil y las universidades, entre otros actores, tienen la obligación de motivar y orientar a la población; de concienciar y canalizar sus energías hacia la protesta callejera, sin violencia, como ciudadanos que asumimos responsablemente nuestros actos y defendemos los derechos. Organizar a la gente para que se unan en un solo frente que exija respuestas efectivas, no efectistas, para empezar el resurgir de un país sin futuro. La convocatoria #GRITOXVENZLA del día de ayer, es el mejor ejemplo.
En este contexto, la mayoría de los venezolanos creemos que es necesario salir del Presidente de la República, por la vía constitucional, barajándose varias alternativas. Todas tienen sus protocolos y no serán inmediatas. Creo que debemos tener cuidado, serenidad y visión de futuro en las decisiones. El problema no es el Presidente y su Gobierno, porque lo que hizo fue agudizar la crisis que se veía venir y no se atendió. No, es el modelo impuesto que ha fracasado y no será tan fácil desligarnos de él porque ha permeado al país como un todo.
Es tiempo para hablar de un acuerdo nacional, con un proyecto de rescate como bandera, pues, con la grave crisis que tenemos y lo que falta por conocer al estar oculto o maquillado, no hay posibilidad alguna de que un solo sector, oficialismo u oposición, puedan controlar los profundos daños que se han infringido al país. El diálogo es más necesario que nunca. Con él se gana y se pierde, pero habrá, ¡al fin!, la posibilidad de ver la luz al final del túnel, pese a los obstáculos en la vía.