Asesinan a un vigilante de un tiro en el ojo

A Ronald José Valera González (31) lo mataron para preservar el control del barrio La Estrella del Lago. Ya van dos vigilantes que liquidan en el sector. Después que los vecinos denunciaron el asesinato en la base de la Guardia Nacional de la comunidad, los delincuentes regresaron para amedrentarlos. La Policía científica está tras la pista de la banda

En plena avenida 117 del barrio La Estrella del Lago, parroquia Venancio Pulgar del municipio Maracaibo; quedó tendido, ayer a las 9.00 de la noche, el cuerpo sin vida de Ronald José Valera González, de 31 años, luego de que unos delincuentes lo golpearan y posteriormente le dispararan en un ojo. Las lágrimas corrían por el rostro de Inés, madre de la víctima, cuando recordó la conversación que tuvo con su hijo la noche anterior, le pidió que dejara ese trabajo, él le repetía que se tranquilizara, “estaba seguro de que nunca le pasaría nada”.

El joven comenzó a trabajar como vigilante después de que al último lo matara una banda que opera en el sector Las Casitas. El poliwayuu recorría las viviendas a altas horas de la noche, los vecinos le regalaban almuerzo, agua, reunían dinero entre todos para pagarle por sus servicios; al terminar la guardia iba a la casa a descansar, su pareja lo esperaba; hasta que el lunes la rutina se rompió, decidió ir a la panadería, “grave error”, detalló un allegado a los Valera.

Caminó varias cuadras hasta llegar al establecimiento, sacó el dinero para comprar el pan, al alzar la vista observó a los clientes discutir entre sí; extrañado por la conmoción que había, extendió los brazos y preguntó: ¿Qué pasa?, en ese preciso momento un vehículo se detuvo junto a él. Los delincuentes abrieron la puerta, se bajaron, “no tuvo tiempo a nada”, después de someterlo lo metieron dentro.

A pocos metros de la panadería, lo hicieron salir del Dodge Dart verde, comenzaron a golpearlo con un palo en la cabeza, la espalda y el estómago; luego lo arrastraron por el pavimento, le provocaron una fractura en el brazo izquierdo y raspones en el cuerpo. Cuando los antisociales lo vieron agonizar, huyeron. Con las pocas fuerzas que le quedaban, la víctima se levantó, dio unos pasos y luego se desplomó; dos vecinos del sector se acercaron para socorrerlo; mientras uno lo tomaba por las muñecas, el otro lo agarraba por las piernas.

Mientras llevaban cargado al vigilante, el “Ovejito”, Eudomar, Miguelito y Mario, hampones de la zona, volvieron a aparecer; dieron una vuelta a la manzana para comprobar que había muerto. Para su sorpresa, seguía con vida, la rabia se apoderó de ellos, descendieron del vehículo, se acercaron hasta los jóvenes y les exigieron que lo soltaran, “quítense, que lo vamos a matar”, accedieron.

Uno de los delincuentes se acercó a Ronald, permanecía acostado sobre la acera, sacó la escopeta y le disparó en el ojo. Después de cometer el crimen, se quedó para verlo morir, temblaba, “el cuerpo lo tenía vivo, la cabeza la tenía muerta”, vacío el estómago, perdió parte del cráneo, los sesos se le salieron. Al escuchar la detonación, los vecinos salieron de sus casas, vieron al antisocial burlarse del occiso, bailaba, reía, cantaba; se dobló, recogió la gorra y le quitó los zapatos.

Una vez que los delincuentes escaparon en el vehículo, los habitantes de la barriada llamaron a los familiares del occiso para avisarles lo que había sucedido; los funcionarios de la Policía científica llegaron a lugar minutos después para hacer el levantamiento del cuerpo, acordonar la zona, alejar a los curiosos y realizar las pesquisas. Están tras la pista de la banda.

En la morgue, los familiares de la víctima claman por justicia, aseguran que en el barrio La Estrella del Lago, la banda que mató a Ronald, no quiere que haya ningún vigilante, desean continuar con sus fechorías. Los miembros del consejo comunal de la barriada han intentado negociar con los azotes a través de reuniones, pero el resultado es el mismo, muerte, extorsión, robo, hurto, secuestro y violaciones. 

 

 

 

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