La
Enseñan los maestros espirituales que al cosmos infinito lo rigen siete leyes universales de inexorable cumplimiento. Una de ellas -la más importante para la el ser humano-, es la ley de causa y efecto, cuyo enunciado es el siguiente: Nada ocurre sin una causa que le preceda, por lo que toda causa produce necesariamente su efecto.
Esto enlaza a la perfección con lo que los grandes maestros espirituales que vivieron en la Tierra enseñaban: El que la hace, la paga. Con la vara que midas serás medido. O tal vez el adagio popular que dice: Quien siembra vientos cosecha tempestades; el que a hierro mata, a hierro muere; también, -y es lo más específico del tema de hoy-, la llamada ley de la siembra que nos enseña que cada quien recoge el fruto de su propia cosecha.
Esta ley de causa y efecto -repetimos-, es de inexorable cumplimiento para bien o para mal, dependiendo de la naturaleza bondadosa o maligna de la acción u omisión cometidas, que en las religiones de la India denominan karma (cosecha de frutos amargos y dolorosos) y dharma, (cosecha de frutos dulces y beatíficos).
Esta enseñanza es pertinente en estos actuales momentos en que Venezuela ocupa el primer lugar a nivel mundial en robos, crímenes, violencia, atracos, corruptelas, impunidad e inversión total de valores. Quien la hace, la paga; de eso nadie escapa. El hombre podrá esconderse de la justicia humana, burlarla, manipularla, comprar conciencias, hacerse de la vista gorda cuando hay dinero de por medio y mil etcéteras más, pero de lo que no podrá jamás librarse es de la justicia divina, de la ley del karma o deudas de vida que las malas acciones le atraen al autor del delito.
Con la justicia divina no se juega y nadie queda libre desde el punto de vista espiritual, de cualquier crimen y delitos cometidos; ni siquiera un sincero perdón pedido o la confesión de la falta ante los hombres saldaría el efecto de la mala acción cometida, a menos que repare el mal realizado. Si la víctima murió o quedó traumatizada por el resto de su vida, el culpable no tendrá oportunidad alguna de reparar el daño causado.
Por ello, la mejor de las ideas es hacer siempre el bien, nunca el mal, así pasen hambre y tengan necesidades extremas por culpa propia o por la de los gobiernos maulas y corruptos que engañan a sus pueblos con falsas doctrinas e ideologías demoníacas para mantenerse en el poder.
Si los malhechores supieran el “retruque” que la misma vida les tiene reservado, evitarían a todo evento cometer fechorías. El que la hace, la paga. !De eso no caben dudas!