
Los activistas sostienen que la inacción del Estado resulta especialmente atroz si se recuerda que el presidente Maduro, al igual que su predecesor, se proclamó como un protector de los pueblos indígenas de la nación
Después de que los vecinos se fueron a hacer sus tareas domésticas, Rafael Pequeño, finalmente se quedó a solas con el jefe y abrió la libreta que tenía en su regazo. Los hombres estaban sentados en un palafito en el delta del río Orinoco.
Habían pasado dos años desde la última vez que Pequeño, un enfermero, visitó esta aldea indígena empobrecida en el este de Venezuela. En su cuaderno tenía un registro de los pacientes que participaron en un programa de tratamiento del VIH; una iniciativa que, como el resto del sistema de salud pública del país, colapsó.
Pequeño tomó la lista de los infectados y comenzó a leerla: “Armando Beria”, dijo en voz alta. “Todavía sigue aquí”, respondió el jefe, Ramón Quintín. “Ebelio Quinino”, continuó el enfermero. “Sigue aquí”, dijo el responsable de la comunidad. “Mario Navarro”, gritó el profesional de la salud. “Muerto”, le contestaron y así continuó una vez más con otro nombre para obtener la misma respuesta del llamado anterior.
De los 15 lugareños que formaron parte del programa de tratamiento, cinco murieron por el sida, la enfermedad causada por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). En los últimos años, más de 40 residentes de este pueblo fallecieron por esa causa o por síntomas similares a los que provoca ese padecimiento. Se trata de una localidad con una población aproximada de 200 personas.
“Estoy muy preocupado”, aseguró Pequeño en voz baja, consternado. “Está acabando con esta comunidad”.
En los últimos años, en medio de la profunda escasez de medicamentos que se vive en el país y la ignorancia generalizada, el VIH se extendió rápidamente por todo el delta del Orinoco y mató a cientos de indígenas waraos que viven en asentamientos a lo largo de los canales que serpentean a través de los pantanos y bosques de este paisaje.
Incluso, en las mejores circunstancias sería difícil controlar la propagación de esa enfermedad en esta zona aislada y pobre. Pero, según los especialistas médicos y los líderes comunitarios waraos, el Gobierno venezolano ignora el problema y deja sola a la población ante esta amenaza para su existencia. Los fallecimientos y la huida de los sobrevivientes ya destruyeron, al menos, una aldea.
Jacobus H. de Waard, un experto en enfermedades infecciosas de la Universidad Central de Venezuela que durante años trabajó y viajó con los waraos, destacó que está en juego el futuro de esa cultura ancestral. “Si no hay intervención, esto va a afectar la existencia de los waraos”, advirtió. “Una parte de la población va a desaparecer”.
La epidemia que afecta a los waraos es una crisis dentro de un colapso, un dramático ejemplo de que Venezuela no logra lidiar con la emergencia del sida, aunque en todo el mundo disminuyen factores como: la tasa anual de nuevos infectados con el VIH y las muertes relacionadas con el sida.
En decadencia
En el gobierno del presidente Hugo Chávez, el programa venezolano de prevención y tratamiento del VIH/Sida era de clase mundial y parecía que la enfermedad estaba controlada. Pero durante la presidencia de Nicolás Maduro, que comenzó en 2013, la economía de Venezuela colapsó y ocasionó una escasez de medicamentos y pruebas de diagnósticos, lo que también causa el éxodo de los mejores médicos del país.
El Gobierno, incluso, dejó de distribuir condones de manera gratuita. Algo que, según los activistas, puede ayudar a prevenir la propagación del VIH. El costo de un paquete de profilácticos puede ser equivalente a varios días de salario mínimo.
Los activistas sostienen que la inacción del Estado resulta especialmente atroz si se recuerda que el presidente Maduro, al igual que su predecesor, se proclamó como un protector de los pueblos indígenas de la nación.
El gobierno de Maduro, el Ministerio para la Salud y el Ministerio para los Pueblos Indígenas no respondieron a las solicitudes de entrevistas con funcionarios del programa de prevención del VIH
En los últimos años, el Ejecutivo solo publica sus estadísticas de salud en contadas ocasiones y los médicos suelen cuestionar la exactitud de esas mediciones. Los activistas y especialistas en sida dicen que las tasas de infección del VIH y el número de muertes relacionadas con el virus se dispararon.
Además, hay que considerar el número de pacientes estables infectados con VIH cuya salud empeoró por la falta de un suministro regular de medicamentos antirretrovirales y las medicinas necesarias para tratar otras enfermedades vinculadas con este padecimiento.
“Es una emergencia humanitaria, tenemos que ser muy enfáticos”, insistió Jhonatan Rodríguez, presidente de StopVIH, un grupo de activistas venezolanos. Afirma que entre los venezolanos más desfavorecidos están los waraos. “Es una población que fue totalmente descuidada”.
Los waraos, el segundo grupo indígena más grande de Venezuela, viven en el delta donde las aguas fangosas del río Orinoco se funden con el océano Atlántico desde hace muchos siglos.
Es difícil llegar a esa zona. No hay carreteras y los viajes están restringidos a embarcaciones, principalmente piraguas. No hay líneas telefónicas fijas y en casi toda la región no hay señal de celular. Solo las aldeas más grandes tienen electricidad, aunque generalmente solo por la noche, y los generadores que la proporcionan a menudo se quedan sin combustible o se dañan.
Viajar a Tucupita, la capital del estado, puede tomar varias horas en lanchas de alta velocidad, pero una mafia controla la distribución de combustible en la región, lo que eleva los costos de la gasolina más allá del alcance de casi todos los residentes. Los piratas del río dificultan aún más el acceso al delta, según publicó en un trabajo especial en New York Times.