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El Gobierno le saca provecho a su patrón propagandístico y ventajista. En campañas electorales pasadas el arañero de Sabaneta contó con el discurso alienante de Pablo Iglesias, igualmente con asesores brasileños y otros que en otrora hasta promovieron películas que no se realizaron, pero sí se llevaron buenas tajadas en millones de dólares.
Ante la debacle que destruye nuestra capacidad de sobrevivencia; el Gobierno insiste en traer padrinos o garantes de créditos respecto a mantener su proyecto de fracaso, ahora representado por personajes de la política española y colombiana, quienes de lo que menos ostentan es tener crédito como motores de buenas políticas en sus países. Son estos, José Luis Zapatero (PSOE) y Ernesto Samper (PLC). El primero, en su gestión presidencial dejó a España con los peores niveles de balances económicos al punto de proporcionar casi un colapso de la banca pública, aunado al más alto índice de desempleo (paro) y un déficit fiscal peor que el de la gestión fascista de Franco, el mayor índice delictivo y el aumento de la pobreza derivado de su populismo derrochador. El segundo desencadenó un proceso complaciente con la guerrilla FARC, proporcionándoles un corredor -despejes- en Caquetá-Caguán-Meta; esto, ¿para liberar rehenes solamente o también asegurar movimientos ilegales narcomercantiles con el Cártel de Cali?
En 1994, Samper derrotó a Pastrana en elecciones presidenciales; este último propició el escándalo que caracterizó esa época. Unos casetes hechos públicos y entregados a la justicia, donde quedó claro el acercamiento del Cártel de Cali con la campaña política que llevó a la presidencia a Samper. El salto social, que traería como resultado “el nuevo ciudadano colombiano” y el proceso 8000 que produjeron desde 1994 a 1996 en materia fiscal, la apertura económica, inflación, pobreza y desempleo, y los peores años, de la política colombiana.
Esa incongruencia inherente a todos los socialismos como modelos de control político, se hace patente en Venezuela, pues nuestro Gobierno carece de la más mínima intención de cambiar el estado de las cosas, pues hacernos miserables les garantiza el control de las masas, haciendo realidad con la triste frase de Trotsky: “Quien en revolución no obedece, no come”. Carlos Ñáñez. Entonces, ¿a quiénes pueden salvar estos dos?