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En las queseras las colas se hacen eternas, debido a los problemas con los puntos y no por las ventas. El queso, un producto cuya presencia en el país se remonta a la época de la colonia, representa una parte importante de la tradición culinaria y cultural de Venezuela. El guayanés, palmita, llanero y semiduro se puede degustar, pero menos del 40 por ciento de las familias lo puede comprar.
María no puede con la carga, tiene un hogar y tres bocas que alimentar. Solo una “arepita” con agua les dio a sus pequeños para desayunar, porque el derivado lácteo no está. El libro La biblia de las dietas indica que en él abundan las proteínas cuyo contenido es muy próximo al de la carne y grasas. Aporta sales, minerales, vitaminas A y B, aminoácidos que protegen el hígado, hierro y más calorías que la carne.
Es una alternativa por su valor energético nutricional y algunos como el parmesano, son ideales para el aparato digestivo al regular los procesos fermentativos del intestino grueso y por su contenido de calcio, es indispensable para la formación de la estructura ósea. Tiene fósforo, que es uno de los elementos necesarios para la formación de células del sistema nervioso y es menos costoso que otras proteínas.
Sin el cuartico
José Fernández, comerciante de San Francisco, se siente huérfano porque las tres compras semanales que realizaba de quesos, se redujeron a una y pasó de adquirir dos kilos 700 gramos a uno. En una situación similar, se encuentran jóvenes, embarazadas y adultos mayores, que ven cómo sus niños o ellos, quedaron sin el “gustico” o “resuelve”, privándose de lípidos, glúcidos, vitamina B1, B2 y B3.
Los venezolanos, que “sufren” en carne propia las limitaciones de su poder adquisitivo, deben enfrentar el precio del kilo de queso que ronda entre 27 mil y 35 mil bolívares, con un salario mínimo de tres mil 251 bolívares diarios. Para comprar un kilo de queso, es necesario ahorrar como mínimo el dinero percibido durante nueve días de trabajo.
En lo que va de año, uno de los principales productos de la dieta, registró un incremento que supera los 21 mil bolívares y según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2016, se ubicó en el noveno escalafón de consumo en los hogares, superado incluso por los tubérculos.
Marianella Herrera, directora del Observatorio Venezolano de la Salud, señala que en la nación suramericana es una de las principales fuentes de ácidos grasos y fue el apoyo popular de las comidas. Pese a que el país caribeño es uno de los que tiene más variedades del alimento, sus habitantes dejan de consumirlo por los altos costos o su ausencia.
Ni entero ni rallado
El hábito de colocarle queso a todo “desapareció” y según el estudio sobre la canasta alimentaria familiar realizado por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, en julio del presente año, el queso duro y amarillo se encontraba en una lista junto a otros 14 productos que presentaban problemas de escasez.
No tener el derivado de la leche en la mesa, afecta el desarrollo y crecimiento de los infantes, crea vulnerabilidad física, mental y osteoporosis. El consumo diario que recomiendan los especialistas, varía dependiendo de cada caso, pero para aquellas personas que la tienen como única fuente de calcio, sugieren su ingesta dos o tres veces por día.
La profesora de la UCV explica que en la nación el queso es una comida que permite reencontrarse con el terruño, pero en la actualidad, su nombre es sinónimo de tristeza. “Es el más popular de los lácteos pese a la promoción de otros. No comerlo afectará el crecimiento y desarrollo del esqueleto, tendremos poblaciones más jóvenes con osteoporosis y casos recurrentes de fracturas espontáneas”.
Por ahora, los habitantes de Venezuela se sostienen con una dieta de “supervivencia” y “afligidos”, como Tibizay Zabala, vecina de los Haticos, que anhela tener de nuevo la comida que le gusta y “el resuelve”. El queso, hasta el momento, no es sustituido por nada. El consumo del pescado o pollo no aumentó ni la ingesta de caraotas con arroz.