Baste, el maestro

El escritor y periodista espau00f1ol Miguel u00c1ngel Bastenier falleciu00f3 este jueves. Tenu00eda 76 au00f1os. (Foto: Archivo)

El escritor y periodista falleció ayer a los 76 años. Detestaba las frases hechas, “sobran siempre”, decía. “No se trata de escribir corto, se trata de escribir bien”. Quienes fueron sus alumnos recuerdan su dureza, su gracia al criticar un texto y su apego al cigarrillo. Muchos sus enseñanzas una guía del buen periodismo

Tenía la voz ronca y el humor fino. Irónico y crítico. Era el primero en llegar a sus cursos, el primero en llegar a las redacciones en las que dictó talleres y el último en irse. Pero esta vez, Miguel Ángel Bastenier se fue temprano. 

La noticia de la muerte del maestro, del que más periodistas latinoamericanos ha formado, cayó como un golpe bajo en quienes fueron sus alumnos. Los que lo conocieron saben que hablaba de la muerte con desparpajo y regularmente lo hacía cuando fumaba. “De algo tiene uno que morirse y si no fumo, se me paraliza el cerebro”. 

Dictaba el curso más largo de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano: Cómo se escribe un periódico. Es difícil no conseguir en las redacciones del mundo a algún periodista que no haya sido de la generación de reporteros formados por el Maestro.  

Después de estar con Baste, como le decían por cariño, sus discípulos escribían como si siempre tuvieran sus ojos encima de sus textos. “¿Esto le parecerá bien a Baste?”.

Tecleaba fuerte en el computador, lector obsesivo de periódicos y un tuitero de primera. A Baste lo seguían 171 mil 768 personas en Twitter. Y cada 140 caracteres era una lección para los periodistas.

“No puede haber cabos sueltos. Tiene que estar todo en su sitio”, decía en sus talleres de un mes en Cartagena de Indias, en Colombia, la ciudad donde pasaba al menos tres meses al año y a donde quería ir para lo que llama su retiro. “Cuando ya no dicte talleres me acostaré en mi cama a leer. Pondré muchas almohadas, cruzaré mis brazos y le pediré a mi esposa que pase las paginas”. 

Porque Baste era un bromista. Por muy duras que fueran sus críticas a los textos, tenía una gracia innata que hacía que los alumnos rieran y que nunca más olvidaran lo que no se hace. Hay que soltar lastre, les repetía a los talleristas. Es decir, dejar de lado lo que llamaba “el chip colonial. Hay que dar con la palabra. No se vale quedar cerca”. 

De sus frases más conocidas es la que se refería a las dos categorías de periodistas: “Los que son rápidos y los que no son periodistas”. El maestro no hablaba de sacrificar la calidad, eso es otra cosa. 

“Los periodistas ni creemos, ni dejamos de creer”, esto lo decía Baste porque el periodista debe dudar de todo. Y luego soltaba sobre la imparcialidad: “Se trata igual a Hitler que a la Virgen María”. 

Detestaba las frases hechas, “sobran siempre”, decía. “No se trata de escribir corto, se trata de escribir bien”. Estaba convencido de que el periodismo no se aprende en la universidad. “Se aprende después”, afirmaba en sus conversaciones con sus alumnos. 

En medio de la burla por algún título mal escrito, o una noticia mal redactaba decía: “No creáis que sois más listos que los lectores”. Tenía una lucha por el uso de las comillas. “Las comillas me gustan tanto que las uso poco para no gastarlas”. 

Y así era Baste, el maestro. El que decía hasta el cansancio que en el periodismo todo empieza por escribir bien. El que con sarcasmo sacaba lo mejor de cada reportero. 

Hay un antes y después para quienes fuimos sus alumnos. Gracias, maestro por las oportunidades, las lecciones. Gracias, Baste por la disciplina y gracias por las risas.

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