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He tenido el gusto de conocer a Eduardo Espinoza hace unos cuantos años ya en los espacios ruidosos de una tasca hípica. Ambos somos cultores del hipismo en un tono festivo y lúdico. Lo que nunca sospeché, apartando la vasta cultura de Espinoza en los más diversos temas, porque es un hombre culto y leído, es su afición al béisbol.
Béisbol negro (2014) no solo es el estudio de la Liga Negra estadounidense entre los años 1920 y 1950 junto con peloteros legendarios, aunque desconocidos para la gran mayoría, como el extraordinario pitcher, Leroy “Satchel” Paige (1906-1982) o el bombardero Joshua Gibson (1911-1947), hasta toparnos con Cristóbal Torriente (1893-1938) considerado como el “Babe Ruth cubano”, sino también un gesto libertario basado en una reivindicación justiciera. Aún hoy, y a pesar de Barack Obama, los resabios racistas hacia negros y latinos se hacen presente de una forma reiterada en los escándalos policiales de maltrato hacia ellos. Mayoritario.
En los EEUU el béisbol es el deporte nacional por excelencia, una especie de segunda religión con una feligresía entusiasta y cautiva. Luego de la II Guerra Mundial (1939-1945) la sociedad estadounidense encontró algunos hombres de apertura que plantearon la integración de los peloteros negros, hasta ahora excluidos, a compartir con los peloteros blancos en los distintos estadios de las llamadas Grandes Ligas. El primer gran pelotero negro, auténtica estrella, fue Jackie Robinson (1919-1972).
En el libro de Espinoza no solo hay fiesta para el disfrute de los apasionados del béisbol rendidos por las hazañas de estos portentosos deportistas, sino que subyace como filosofía creativa y de vida, su afán por recordarnos que cada hombre y mujer, sin importar su condición social o étnica, merece ser respetado en su dignidad y valía como persona humana. No es una casualidad que la cita que inaugura el libro sea una de Martin Luther King Jr.
Por otro lado, Béisbol negro es un libro del deporte beisbolero muy bien escrito, algo para nosotros relevante porque la capacidad expresiva debe poseer el mismo nivel de exigencia que los datos que se aportan. En suma, estamos en presencia de un libro muy meritorio, hecho con sangre y pasión, al alcance de todos los amantes de este gran pasatiempo.