
Belén
Belén Salas ya está libre, pero las secuelas del encierro en las celdas del Sebin aún trastocan su mente. Su único delito: Protestar para conseguir el país que sueña, y “ahora a eso le llaman terrorismo”, afirma la joven de 20 años que el viernes quedó en libertad condicional.
Desde el pasado 4 de mayo y hasta este 19 de agosto, dejó de asistir a manifestación pacífica y a sus clases en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Zulia (LUZ) por estar encerrada en un calabozo.
Confiensa que le ha costado asimilar que está en libertad. “No ha sido fácil escuchar a las personas, el ruido de los carros. No he dormido. Me siento muy extraña. Imagínate todo este tiempo sola en la celda. Duré un mes sola y tres meses con mi compañera Kristy Valentina. Todavía estoy que no lo puedo creer. Creí que iba a estar mucho tiempo allí. Es que conozco a varios presos políticos que tienen más de un año detenidos”, contó la joven, militante del partido Primero Justicia (PJ).
A Sala, la arrestaron cuando estaba de visita en la casa de su novio en el sector Don Bosco de Maracaibo. Se la llevaron junto a su compañera de partido, Kristy Valentina Mavárez (18), estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Rafael Urdaneta (URU). También aprehendieron a su enamorado, un militar activo identificado como Jesús David Chirinos (24) y a un hermano de este.
Recuerda la detención. Denuncia que los funcionarios los insultaron, los golpearon e hicieron destrozos en la vivienda. Los detuvieron sin mostrar una orden de captura. “Agarraron mi bolso. Lo metieron en una camioneta y bajaron con unos explosivos que nos sembraron”.
Sin pruebas
La acusaban de “guarimbera” y le decían que tenían fotos en su contra, pero aún -afirma- no muestran alguna prueba que la incriminen. Expone que nunca participó en tomas de calle con violencia. “Asistí a protestas pacíficas. Ahora a eso lo llaman terrorismo. Pararse con una pancarta en la calle”.
El maltrato de los funcionarios policiales solo fue al momento de la detención. Después, solo la atormentaban las rejas. “Se me hizo difícil aceptarlo. Yo pensaba que era una pesadilla. Habían días que no comía, no dormía. Yo decía, Dios que llegue un alguacil, porque cuando muchos salían era porque llegaba el alguacil con su boleta de libertad. Pensaba que en cualquier momento llegaban por nosotras. Entramos en depresión, pero nos apoyamos mucho en Dios (…) Estoy libre, pero no digo que soy feliz porque mi otra mitad -refiriéndose a su novio- se quedó en el Sebin”.
Su amistad con Kristy fue una de las pocas gratificaciones que le dejó la amarga experiencia tras los barrotes. Ahora, enfrentará la medida sustitutiva de libertad con la condición de presentarse periódicamente en los tribunales y dos fiadores. Su caso pasó a juicio. No duda en ratificar que retomará su vida.