El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha decidido enfrentar al mundo con su retórica contra la “histeria ambientalista”, mientras la Amazonía arde e importantes líderes del planeta exigen medidas urgentes para atajar el desastre ecológico
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha decidido enfrentar al mundo con su retórica contra la “histeria ambientalista”, mientras la Amazonía arde e importantes líderes del planeta exigen medidas urgentes para atajar el desastre ecológico.
Los vastos incendios que consumen parte del mayor pulmón vegetal del planeta han impactado en un mundo más sensible a las cuestiones medioambientales y ya ponen en jaque el acuerdo comercial negociado durante 20 años por el Mercosur y la Unión Europea (UE), anunciado hace apenas dos meses.
El presidente francés, Emmanuel Macron, consideró este viernes que Bolsonaro “mintió” en sus compromisos medioambientales, por lo que ha decidido retirar su apoyo al acuerdo con el Mercosur y ha propuesto que la catástrofe amazónica sea debatida en la Cumbre que el G7 celebrará este fin de semana en Biarritz.
Macron recibió un inmediato respaldo de la canciller alemana, Ángela Merkel, quien a través de su portavoz, Steffen Seibert, dijo que la situación en la Amazonía “es preocupante y amenaza no sólo a Brasil, sino al mundo entero”.
El propio secretario general de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres, se ha sumado al clamor global y ha declarado que, “en medio de una crisis climática internacional, no podemos permitir que se produzcan más daños en una importante fuente de diversidad y oxígeno”.
Bolsonaro, sin embargo, ha decidido enfrentar al mundo, culpar a Macron de tratar el asunto con “sensacionalismo” y denunciar que su intención de llevar esa crisis al G7 “evoca una mentalidad colonial que ya no tiene lugar en el siglo XXI”.
También ha insinuado que está en marcha una campaña global contra la “soberanía” brasileña, un discurso que ha enfatizado el canciller Ernesto Araújo, quien en mensajes publicados en Twitter ha sugerido que ese movimiento es impulsado por el Foro de Sao Paulo, que agrupa a partidos de izquierda de América Latina.
“Incapaz de convencer a los brasileños”, el Foro de Sao Paulo “recurre a sus aliados de la prensa internacional y a la caja de resonancia de ambientalistas radicales, manipulados por décadas de propaganda, para atacar al país y cuestionar su soberanía”, escribió el canciller.
Ese discurso fue reforzado por el ministro de la Presidencia, Onyx Lorenzoni. “No podemos ser ingenuos. Los europeos aprovechan el asunto del medioambiente para imponer barreras al crecimiento y al comercio brasileño de bienes y servicios”, declaró.
Más allá de la retórica, los propios datos oficiales reconocen que la Amazonía enfrenta los peores incendios en la última década, frente a lo cual Bolsonaro busca culpables sin que el Gobierno sepa precisar el verdadero origen de las llamas.
Primero afirmó sin pruebas que eran provocados por organizaciones no gubernamentales supuestamente dirigidas por potencias mundiales que pretenderían apoderarse de la riqueza amazónica.
Luego admitió que, como sostienen las ONG, hacendados que buscan ampliar las fronteras agropecuarias también pudieran haber desatado los incendios.
Sin embargo, los grupos ecologistas afirman que el origen de las llamas está en las políticas de Bolsonaro, quien ha recortado los presupuestos para la protección de la Amazonía y ha anunciado su intención de explotar comercialmente la riqueza de ese bioma, lo que habría alentado a los hacendados a promover los incendios.
La situación ha sensibilizado a América Latina y muchos Gobiernos se han unido para ofrecer ayuda a Brasil, que aún no ha respondido.
Las llamas han desatado densas nubes de humo con cierto grado de toxicidad que ya han llegado a otros países, como Perú, y cubierto muchas ciudades de Brasil, como Porto Velho, en el corazón de la Amazonía, que este viernes amaneció oscurecida por ese fenómeno, según constató Efe.
Pero más allá de eso, comienzan a preocupar a empresarios de un Brasil que no termina de recuperar su economía, que pudiera perder mercados para sus productos si no ofrece garantías de que los alimentos que exporta son “ecológicamente correctos”, una condición que incluso figura en lo acordado entre el Mercosur y la UE.