Brechas de género destapan al machismo venezolano (II)

La pobreza de las mujeres, por razones de género, es originada por la división sexual del trabajo. Ellas dedican su tiempo a tareas sin remuneración que, con frecuencia, las colocan en una situación de subordinación y dependencia respecto de los hombres

Las desigualdades de género son consecuencia directa de las perspectivas tradicionales sobre el lugar y el papel que deben ocupar las mujeres en la sociedad, basadas en prejuicios y discriminaciones que no miden los avances que experimentó la región y sus efectos en las sociedades, detallan organizaciones, entre ellas ONU Mujeres.

La discriminación parte desde el momento en que el aporte que las mujeres realizan al funcionamiento de sus familias y de la sociedad a través de las tareas domésticas y el cuidado de la familia, no es reconocido en las cuentas nacionales ni por la sociedad. La evidencia indica que la pobreza tiene rostro de mujer. Ellas enfrentan carencias de ingreso y de tiempo disponible. En América Latina y el Caribe más de 100 millones de mujeres integran la fuerza laboral, que representan cinco de cada diez en edad de trabajar, en contraposición con ocho de cada diez hombres.

En 2010, 49,9 por ciento de las mujeres en Venezuela tenía participación laboral, mientras que 78,4 por ciento de los hombres lo hacía, según la OIT.  Ese año, su ingreso laboral promedio mensual respecto al de los hombres, que se valoró en 100 por ciento, fue de 71,6 por ciento en el grupo de 55 años y más, mientras que en las de 15 a 24 años fue de 93,6 por ciento. La posición social de las damas en el país, se reduce a cargos directivos de bajo nivel y según la organización social Watch en su informe de inequidad 2012, la nación suramericana tuvo un índice de equidad de género de 64 puntos, cuando la igualdad perfecta es 100.

En 2014 del 100 por ciento de personas con empleo 39,12 por ciento eran damas y más de 3 millones 160 mil féminas se dedicaban a las labores del hogar. En 2017 Venezuela ocupa el ranking 60 de 144 países evaluados por el Foro Económico Mundial para su informe global sobre la brecha de género.

Todo y nada

La pobreza de las mujeres, por razones de género, es originada por la división sexual del trabajo. Ellas dedican su tiempo a tareas sin remuneración que, con frecuencia, las colocan en una situación de subordinación y dependencia respecto de los hombres. Pese a las dificultades que existen para su inserción en trabajos decentes, su aporte a la reducción de la pobreza es fundamental. Su contribución se produce a través del trabajo remunerado, que permite incrementar los ingresos de los hogares, y el no remunerado, que brinda al hogar bienestar y calidad de vida. Mientras más pobres son los países, mayor es el aporte femenino a la superación de la pobreza.

La discriminación de género en el trabajo, se expresa desde el mismo proceso de selección y contratación, fijación e incrementos salariales y conductas como el acoso sexual. Las mujeres que forman parte de la fuerza laboral en América Latina y el Caribe tienen mayor nivel educativo que los hombres y las menores de 30 años los sobrepasaron en logros educativos y matrícula escolar, excepto en Bolivia, Haití y Guatemala.

Susana Reina, psicóloga dedicada al empoderamiento femenino comenta que hay razones que explican por qué las mujeres no escalan a posiciones de poder y entre ellas, variables atribuidas a las mismas féminas, por eso las teorías del empoderamiento para que ganen confianza y hagan valer sus derechos, pero también, que las organizaciones están diseñadas por hombres decisores para hombres que las dejan fuera del juego (Techo de cristal). “Todas las normas, políticas, hábitos y prácticas están hechas a su modelo. Para que una mujer encaje en ese estilo de organizaciones el costo es elevado”.

Las creencias acerca del poder del hombre sobre la mujer, caracteriza el “desarrollo” de la civilización. El machismo es “desastroso” y no deja espacio para que las mujeres también se desarrollen, dice Reina. “No solo es la violencia física. Son los chistes sexistas, la publicidad que nos vende como una cosa, las familias que envían a los niños a estudiar y no a las niñas, entre muchos otros indicadores”.

Con lentes de género

Las mujeres son vistas depende quien las vea, comenta la especialista, la cual añade que las venezolanas aprendieron hacer mil cosas al mismo tiempo, que se traduce en un gran peso porque no hay delegación. “Se ufanan de ser 4X4, pero es un error. Con ese cuento nos arrecuestan todas las cargas. Todos somos responsables de la situación y debemos educar a nuestros hijos con una crianza más feminista que ponga las libertades de todos sobre la mesa sin distinción de género”.

Dentro de la legislación nacional existen textos que consagran los derechos de las mujeres como la Constitución de la República, Ley del Trabajo, Ley de Igualdad de Oportunidades para la Mujer, Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y a nivel internacional, otros como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer.

Estas leyes son cuestionadas por el Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres, ONG y especialistas en el tema. Entre sus argumentos destacan que no han sido desarrollados suficientemente en la norma nacional y en las políticas públicas, no previó normas sobre la igualdad de género ni hizo explícita la no discriminación de las mujeres en el ámbito laboral. “El estado estructura que la labor de la maternidad es de la mujer y no del hombre. Hay países que están cerrando esa brecha y ellos (Hombres) se van el mismo tiempo que nosotras (Permiso parental). Así, a las empresas les cuesta lo mismo contratar a una mujer que a un hombre”, recalca Mendoza.

Luz en las sombras 

En 2011, 39 por ciento de los hogares venezolanos estaban encabezados por jefaturas femeninas y la tendencia es creciente. Hace 10 años, esa cantidad se ubicó en 29 por ciento. La tasa de pobreza en hogares comandados por mujeres, es superior en seis puntos al promedio del país.

Un poco más de cuatro de cada 10 trabajadoras tienen 12 o más años de escolaridad, pero la autonomía de las venezolanas en aspectos generales, está comprometida debido a que un tercio de ellas no logran generar ingresos para su autosuficiencia y casi el 50 por ciento está fuera del mercado laboral, en actividades económicas informales que representan una alternativa de subsistencia precaria.

En muchos de los casos, las mujeres que se incorporan al emprendimiento no lo hacen por elección, sino porque es la opción para generar recursos económicos para complementar el ingreso familiar. De allí el porqué de la alta mortalidad de sus iniciativas. Como Carmen, millones de mujeres están al límite en Venezuela y según el informe de la ONG Avesa, Mujeres en Línea, Cepaz y Freya, la narrativa oficial se apropió de la temática de igualdad de género, mostrándola como un área donde se han producido numerosos avances, pero la realidad de las damas no guarda relación con el mundo idílico que desde instancias gubernamentales se presenta.

Las mujeres transforman su entorno, sin embargo, coexisten en una realidad plagada de desigualdades en cuanto al ingreso, calidad del empleo, responsabilidades en el cuidado de las familias y compromisos en la dinámica cotidiana. La pobreza tiene rostro de mujer, el poder el del machismo.   

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