Las cartas están echadas y los dos sectores políticos más importantes o por lo menos quienes han dominado la escena política en los últimos 20 años están divididos. ¿Qué pasaría si los venezolanos decidieran rebelarse del yugo de las decisiones de sus élites
Este domingo 20 de mayo los venezolanos volvemos a ponernos a prueba, un llamado a un proceso electoral presidencial que si bien está contemplado en la Constitución nacional, su fecha precipitada no coincide con la voluntad de todos los actores de la sociedad, sin embargo, las cartas están echadas y los dos sectores políticos más importantes o por lo menos quienes han dominado la escena política en los últimos 20 años están divididos.
En un lado tenemos el sector opositor quienes siempre aglutinados en la MUD en esta oportunidad decidieron dividirse entre promotores de la participación electoral vs. abstencionistas; mientras que en el lado oficialista la línea divisoria es entre chavistas y maduristas.
Qué pasaría si los venezolanos decidieran rebelarse del yugo de las decisiones de sus élites, cansados de un Gobierno corrupto e ineficaz y una oposición errática e incoherente y decidieran salir a votar inspirados únicamente por su deseo de libertad y paz, ¿acaso no sería maravilloso?
No se trata de votar, se trata de la hermosa oportunidad de participar por primera vez sin la coacción de una línea partidista o mediática, sin ataduras porque quienes en los últimos años han dirigido el accionar político de las masas, no merecen seguir dirigiéndolas, hagan lo que hagan, fraude, coacción, amenazas o chantaje político, no podrán contra un pueblo deseoso de una vida normal y en paz.
Que sea el expresidente Luis Herrera Campins cuando en el año 1957, en plena dictadura de Pérez Jiménez y a escasos meses del plebiscito fraudulento convocado por la dictadura le hablo al país y les dijo: “salir a votar es un acto de briosa presencia cívica en el momento de buscar nuevos rumbos para el país”. Después de esto la historia se ha encargado de recordarnos que él junto a otros líderes del momento como fueron Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt y Rafael Caldera tenían razón, votar en tiempos de dictadura como símbolo de “briosa presencia cívica” es una buena y sabia decisión, ante la duda de legitimar una elección fraudulenta, la respuesta es que tenemos 20 años haciéndolo, no se trata de participar y ganar, se trata de saber reclamar un triunfo o denunciar un fraude; esta es la importancia y justificación de participar en las elecciones, sin evidencias no hay delito. Caminos distintos a los contemplados en la ley son fantasiosas aventuras que en caso de tener éxito tienen los días contados, tal como ocurrió en el 2002.