
La gran dama de la moda neoyorquina se entregó sin complejo a ese rosa (fucsia, rosa palo, rosa chicle) habitualmente asociado a la feminidad más recalcitrante
Carolina Herrera presentó ayer en Nueva York su "vie en rose" cual pieza de arte en la Frick Collection. La gran dama de la moda neoyorquina se entregó sin complejo a ese rosa (fucsia, rosa palo, rosa chicle) habitualmente asociado a la feminidad más recalcitrante.
Con una primera fila en la que estuvo la actriz Penélope Cruz, Herrera, que nunca ha tenido miedo a ser acusada de conservadora, aprovechó el cambio de sede de la Semana de la Moda para reubicar sus desfiles y hacerlos más elitistas. Esta vez, en su propio barrio y en un museo, la prestigiosa Frick Collection, donde sus diseños de midieron con obras de grandes pintores como El Greco o Rembrandt.
La audacia textil, como siempre, fue irreprochable, cubriendo con transparencias y juegos volumétricos a la "mujer Herrera" (que no es cualquier mujer) y creando una sensación de verano fresco, sin complicaciones ni sudores.
Llegada la noche, la venezolana saca su artillería y volvió a ofrecer, al menos, un par de modelos que, sin duda, acabarán en alguna alfombra roja (o rosa) en los próximos meses.