Cartas sobre la mesa

Quien logre llevar mayor gente a su causa terminará inclinando la balanza a su favor, ¿será el chantaje o la esperanza quien triunfe en este nuevo episodio?   

La separación de los poderes parte de un supuesto fundamental, el reconocimiento recíproco entre estos. El Ejecutivo debe encontrar en el Legislativo y Judicial sino sus pares, al menos unas instancias con potestad para regularlo desde el punto de vista normativo; de la misma manera como el Legislativo y el Judicial deben ver reflejado en el Ejecutivo el respeto al marco normativo establecido por ellos. El primero sin los segundos no es más que un Gobierno Autoritario/Dictatorial, y los segundos sin el primero son un conjunto de prescripciones sin nadie que las aplique.

En el caso particular de la Asamblea Nacional hoy en día en Venezuela es evidente que se trata de un organismo legitimado por el voto popular, en pleno uso de sus facultades, pero sin la capacidad real de forzar el cumplimiento de lo que legisla. Se pudiera decir que hoy ese espacio democrático realiza un acto para el futuro, dejando sentadas algunas bases para cuando realmente tenga el reconocimiento de quien debe acatar y ejecutar sus lineamientos. Pero esta semana se anunció una ruta para el presente, en la que la enmienda y el revocatorio son los protagonistas. Ante esta nueva circunstancia la gran interrogante es si lo que se apruebe en la Asamblea Nacional será ejecutado por los organismos a los que le compete.

La respuesta a la incógnita anterior está ligada a los eventos de las últimas semanas, en los que queda claro que el Ejecutivo tiene poca o ninguna intención de reconocer lo que desde la Asamblea Nacional se viene legislando, y con este los demás Poderes cuya alineación política predomina por encima de su deber constitucional. Con esto en mente la duda es acerca del efecto real que puedan tener algunos de los mecanismos contemplados en la ruta presentada por la MUD, o si estos pudieran diluirse en medio de los vaivenes de la burocracia y las interpretaciones a conveniencia, dando al Gobierno lo que más aspira: tiempo.

En todo caso, y aunque la respuesta obvia parece ser que al final la ruta y su componente práctico no tendrán capacidad de ser ejecutadas, esta estrategia obedece en principio al campo de juego en el que la MUD puede actuar, por lo que es comprensible que la ruta institucional sea ajustada a las limitaciones propias del marco constitucional. 

Ahora bien, las circunstancias del país obligan a entender que la salida a la crisis actual es fundamentalmente Política. En ese sentido, las negociaciones y sus acuerdos solo tendrán lugar en tanto las fuerzas en contraposición logren un equilibrio distinto al que las ha llevado a una situación de estancamiento como la actual. ¿Cuál es ese factor desequilibrante? La respuesta obvia, pero a la vez esquiva, es: el pueblo. 

El Gobierno ya está poniendo sus cartas sobre la mesa, la “Tarjeta de Misión Socialista” será prácticamente un carnet de chantaje a través del cual se intentará comprar la voluntad de ese pueblo. La MUD también ha puesto sus cartas, el llamado a la calle, apelando a una mezcla de cansancio de la gente y un tanto de conciencia. Quien logre llevar mayor gente a su causa terminará inclinando la balanza a su favor, ¿será el chantaje o la esperanza quien triunfe en este nuevo episodio?   

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