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De esa manera, la conocida expresión “cuentos chinos” utilizada popularmente en el pasado como sinónimo de “fantasía”, se ha venido convirtiendo paradójicamente en nuestra región en “sueños chinos” que ilusionan a los distintos Gobiernos de América Latina que ven en el Gigante Asiático una ventana de oportunidades para responder ante la crisis económica de proporciones graves que confrontan los países por distintas circunstancias. La irrupción de una generosa chequera asiática, dispuesta a financiar proyectos grandiosos abre las esperanzas de grandes y chicos al constatar a un inversionista que no teme asumir los riesgos más peligrosos: construir un Canal en Nicaragua para competir con el Canal de Panamá; asegurar una línea férrea ente Brasil y Perú para unir el Océano Atlántico al Océano Pacifico; un ambicioso financiamiento para dotar al Banco Chino de la Construcción que estará ubicado en Santiago de Chile que permita financiar ambiciosas obras de infraestructura, de electricidad, de represas hidroeléctricas en la región; una estación espacial en Argentina para enviar satélites al espacio; una red de puertos ubicados en la costa Pacífica, son solo algunos de los mega proyectos que le quitan el sueño a los Gobernantes en búsqueda de recursos, programas y futuro.
Pero estas ofertas no son gratuitas ni obedecen a un generoso sentimiento tercermundista, sino que representan una clara visión que les asegure a los herederos de las Dinastías Imperiales, y del legado de Mao, una seguridad en el suministro de materias primas: petróleo, hierro, aluminio o alimenticios como soya, café, productos tropicales; y de manera especial créditos de miles de millones de dólares que aseguren que la producción china pueda tener apertura en los mercados emergentes de nuestra región para vencer la expansión industrial y mercantil de Estados Unidos y de la Europa Comunitaria.
Una vez asegurados los espacios de exportación de materias primas, ya se vislumbra una segunda etapa, en la que los inversionistas chinos entraran en la captación de producción de productos manufacturados e industriales, para continuar con otros mecanismos de dominación, dando razón a la célebre sentencia del precursor del pragmatismo Chino Den Xiao Ping quien afirmó “no importa el color del gato, mientras sirva para cazar ratones”
La gran ventaja de China, es que mientras en el pasado tanto los Gobernantes como la oposición, como los académicos criticaban los mecanismos de “ayuda vinculada” de las empresas transnacionales capitalistas, ven con buenos ojos comportamientos aún más hegemónicos que utilizan los nuevos socios asiáticos que dejaron lejana la afirmación de la revolución cultural: “es mejor ser pobres bajo el socialismo, que ricos bajo el capitalismo” tan en boga en el chavismo.