¡Cómo ser feliz!

Para resolver esto hay un punto único encadenado a la conducta, pero primero hay que investigar nuestro temperamento, y por ende, nuestra relación con los demás; principalmente considerando las diferencias de criterios en las discusiones contrapuestas

El ser humano, siempre con inquietud de aprender lo desconocido, captar la verdad, conocer la veracidad del acontecer, y sobre todo, disfrutar de un estado psicológico, de ánimo, y conducta idónea, llámese felicidad; ha tenido a través del tiempo la inquietud de intentar conocer e identificar el origen, del por qué y cómo de las cosas, conocer de todo, “filosofía”.

Somos lo que hacemos, para ser a veces lo que queremos. Para resolver esto hay un punto único encadenado a la conducta, pero primero hay que investigar nuestro temperamento, y por ende, nuestra relación con los demás; principalmente considerando las diferencias de criterios en las discusiones contrapuestas, luego construirnos un carácter que pondere nuestros avatares y dificultades para el triunfo, con ello descubrir nuestros propios defectos. 

Esta habilidad nos proveerá de la herramienta para poder equilibrar el temperamento y lograr ese carácter que tanto nos hace bien. Así al descubrirnos nosotros mismos tendremos la oportunidad de ser más felices de lo que en veces somos, la idea es ¡serlo siempre! Finalmente, después de observar el primer concepto que les proveerá, de cómo ser un poco más felices, y  siguiendo un patrón de un sabio del siglo XX reconocido por sus logros filantrópicos y su inspiración para transformar la conducta colectiva de gran parte de la humanidad, cuyo nombre fue: Carol Wojtyla quien dijo lo siguiente:

“Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, a lo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a confrontarse con ella. Es un camino que se ha desarrollado -no podía ser de otro modo- dentro del horizonte de la autoconciencia personal: el hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo y más se conoce a sí mismo en su unicidad, le resulta más urgente el interrogante sobre el sentido de las cosas y sobre su propia existencia. 

Todo lo que se presenta como objeto de nuestro conocimiento se convierte por ello en parte de nuestra vida. La exhortación Conócete a ti mismo estaba esculpida sobre el dintel del templo de Delfos, para testimoniar una verdad fundamental que debe ser asumida como la regla mínima, por todo hombre deseoso de distinguirse en medio de toda la creación, calificándose como “hombre” precisamente por ser “conocedor de sí mismo”.    

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