Con Nobel y sin paz 

La democracia colombiana espera a la guerrilla en el Congreso Nacional, pero esa representación debe ser justa y equitativa, sin entregar demasiado espacio

Fue el presidente Juan Manuel Santos quien le imprimió un ritmo compulsivo, contra reloj y amenazante al proceso de conversaciones hacia la paz; pues llegó a decirles a sus interlocutores insurgentes que habría "paz a las buenas o a las malas". Parece que lo animaba mas la prisa por el premio, que por la paz en sí. 

Hoy laureado, ojalá esa distinción otorgada a él y a Colombia sea un estímulo para retornar a la mesa con los nuevos protagonistas y lograr el anhelado acuerdo definitivo.

Hoy la paz de Colombia baila en la cuerda floja y hacerla realidad está en manos de los grandes protagonistas de nuestra historia presente. Solo ellos tienen el respaldo popular en su respectiva orilla para lograrlo. 

La pauta en la celeridad del proceso la marcó el Gobierno, y tal vez la prisa como mala consejera, fue la causa para que acontecimientos vertebrales de la violencia colombiana, no se le diera la preeminencia que deberían tener en el acuerdo final. 

Interrogantes como las miles de víctimas anónimas desaparecidas en medio siglo de terrorismo y el lugar donde se encuentran, es una respuesta que el país y sus familias exigen conocer.

Los menores combatientes, de los cuales con un cinismo inaceptable solo fueron entregados 13, cuando sabemos que son cientos, deben ser devueltos a sus hogares para que retornen a la vida productiva de la familia campesina. 

Las mujeres menores y adultas violadas y preñadas y obligadas a abortar aun de embarazos consentidos, constituyen un delito que no puede ampararse en ninguna amnistía cómplice de impunidad. 

Las FARC son dueños de una astronómica fortuna en dinero efectivo y bienes raíces a nombre propio y de testaferros. Esos bienes deben ser objeto de extinción de dominio, para que sean el fondo que indemnice a las víctimas del conflicto que ellos causaron. 

Cuando la respuesta a estas interrogantes sea parte fundamental del acuerdo final, entonces sí podremos afirmar que todo está acordado y el pueblo colombiano dará su aprobación a la paz definitiva y duradera. 

La democracia colombiana espera a la guerrilla en el Congreso Nacional, pero esa representación debe ser justa y equitativa, sin entregar demasiado espacio, el cual deberían conquistarlo en franca lid electoral si es cierto que tienen el apoyo popular. 

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