Estamos
Después de la vorágine electorera impuesta por un gobierno que a veces niega el derecho al voto y otras quiere hacer todas las elecciones juntas de acuerdo a su más estricta conveniencia, me queda un amargo sabor de boca y un inconmensurable sentimiento de impotencia, no por las derrotas sufridas por la oposición en lo político, sino por la derrota que ha sufrido la conciencia ciudadana del venezolano en estos últimos 19 años.
No existe, en mi humilde opinión una sola razón lógica, para que un gobierno como el venezolano, que tiene, según las más reputadas empresas de estudios de opinión, un rechazo cercano al 80 %, con un escenario catastrófico de hiperinflación, escasez, falta de los medicamentos más básicos, bajos precios del petróleo, un aparato productivo en cero, una inseguridad personal fuera de control, una infraestructura destruida entre otros pequeños detalles, pueda obtener aplastantes victorias electorales.
Pero mayor estado de estupefacción me causan aquellos que decidieron no hacer nada, con el absurdo alegato de castigar a una oposición, que de cierto ha cometido enormes errores y peores incoherencias; y se hicieron a un lado quedándose en sus casas, viendo el desfile de camisas rojas sonrientes dirigirse a los centros de votación persiguiendo su “bono electoral ” de 500 mil bolívares, su cajita CLAP y hasta su rifa de lavadoras y neveras y que son los que a la postre ponen los votos para que este desastre que vivimos persista en el tiempo.
Este Gobierno se ha encargado de sacar lo peor que hay en cada ciudadano privilegiando la mediocridad y castigando la excelencia. Estamos viviendo una anarquía inducida desde el poder central y pareciera que la gran mayoría de los ciudadanos de este país, nos estamos dejando llevar por ella.
En nuestra sociedad actual prevalece la inversión de los valores más fundamentales. El respeto por los demás, la honestidad, la puntualidad, la inclusión, el civismo, etc., están desaparecidos y fueron sustituidos, por el abuso, por la mediocridad, por el nepotismo, el compadrazgo y el “cómo voy yo ahí” y esa cosa que llamamos “viveza criolla” que aún no encuentro bien como definirla, pero es esa forma de vida tan en boga últimamente y que no es más que “ver cómo friego a mi vecino en beneficio propio con una sonrisa en los labios”.
Mientras los venezolanos no seamos capaces de rescatar el verdadero concepto de ciudadanía, internizarlo y actuar apegado a él, estaremos condenados a vivir esta miseria que nos arropa. Actuemos como ciudadanos y participemos en la solución a nuestros problemas. Seamos ciudadanos conscientes y activos.