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“Los necios son como los sordos, presentes están ausentes”. Heráclito
La conciencia por definición “es el conocimiento que el espíritu humano tiene de su propia existencia, de sus estados, de sus actos y de las cosas”. La vida nos enseña, y consecuentemente vamos aprendiendo, unas veces por ensayo y error, otras por premio y castigo y otras veces porque nos proponemos conscientemente; de modo que lograr conciencia de nuestra propia capacidad implica cierto grado de madurez. Por ello es importante la educación en general, y más concretamente, la educación en valores.
Ser responsable es tener conciencia de sus actos. El irresponsable culpa siempre a los demás por sus errores u omisiones. La integridad nos impulsa a actuar correctamente, es la convergencia de la ética y la moral. Todo esto viene a colación por dos cosas bien importantes en la vida nacional. La primera es que si se tiene conciencia de nuestras propias capacidades es posible detectar cuando las cosas se han hecho mal o cuando transitamos por caminos equivocados. La segunda es que la conciencia nos obliga a promover los cambios que sean necesarios para enderezar o cambiar de rumbo.
El pueblo venezolano está consciente de que nuestra situación económica, política, social y moral es insoportable y ya no tiene miedo de expresarlo; hace todo el esfuerzo posible por darle un vuelco a esta situación calamitosa, pero, lo quiere hacer por los mecanismos que sus propias convicciones aconsejan, en paz y en democracia. El pueblo también está consciente que nos dirigen bandas de delincuentes organizados que pretenden eternizarse en el poder para satisfacer su espíritu concupiscente. Pero, el pueblo también está consciente de que el progreso es posible, entendiendo por este el cambio gradual que tiende a mejorar la situación de cada uno de nosotros en el transcurso de nuestra existencia.
Lo que nos hace falta es que la dirigencia política adquiera el perfil de liderazgo necesario para empinarse y mirar más allá de lo que la inmediatez aconseja; atender esta sin perder de vista el horizonte de la libertad; hacer sacrificios presentes, sembrando para el futuro; actuar con integridad para que le permita ser coherente entre lo que piensa, predica y hace. De esa manera puede generar credibilidad que es la base de la confianza. En fin de cuentas, solo así puede hablarle a la conciencia nacional; y lo que es más importante, ser escuchado y solo así podrá ser acompañado en esta ardua lucha por adecentar la política, fortalecer las instituciones y recuperar el bienestar.