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Luego de que Jesús Morillo Delgado, de 36 años, matara el pasado domingo a las 4.00 de la tarde, de siete puñaladas a Fernando Morillo (66), su padre, y le amputara dos dedos de la mano izquierda a Merilda Rosa Delgado de Morillo (60), su madre, en la casa 7-12, avenida 6 del barrio 18 de Octubre, parroquia Coquivacoa del municipio Maracaibo; relató ayer en la mañana el motivo que lo impulsó a cometer el crimen.
Sentado en el piso del calabozo, el delincuente confesó haber asesinado a sus padres por celos. No podía soportar que alabaran al resto de sus hermanos, siempre les dieron un trato preferencial, al médico le cedieron un espacio de la casa para que abriera un clínica odontológica; en cambio a él lo trataban con desprecio, “nada se podía esperar de un bueno para nada”, un joven cuyo único pasatiempo era hacer ejercicios en el gimnasio y comprar pan en la tarde, así lo detalló un allegado a los Morillo.
El día del asesinato, el sexagenario lo sorprendió robando unos objetos de la casa que iba a vender para comprar droga y bebidas alcohólicas; le exigió que dejara las cosas donde estaban, el joven comenzó a alterarse, discutieron, la rabia se apoderó de él, agarró un cuchillo de la cocina y lo apuñaló en reiteradas oportunidades. La mayor parte de las heridas las recibió en el estómago y el rostro.
La madre del muchacho, al escuchar los gritos, salió de la habitación, llegó en el preciso momento cuando Gerardo apuñalaba a su padre, intentó detenerlo, pero la hirió con el cuchillo en el pómulo derecho y el brazo izquierdo, no sin antes amputarle dos dedos de la mano. Una vez perpetrado el crimen, el delincuente abrió la puerta, se paró en el frente de la vivienda con la ropa cubierta de sangre, aún conservaba en las manos el cuchillo, lo miró, luego se lo clavó en la pierna derecha.
En la primera declaración formulada por el asesino, acusó a un antisocial de haber matado a su padre. La novia del homicida, cuyo nombre no quiso revelar, respaldó la historia, aseguró que Gerardo la llamó por teléfono ese día para avisarle que un delincuente se metió en la casa a robar.