Conociendo al adversario

 

Este régimen se sustenta en lo peor de los tres sistemas: guerra, terror, odio, destrucción y muerte. Hay que conocer al adversario y para ello es necesario el pensamiento estratégico

“Tan crucial en la dialéctica del aprendizaje es lo que saben los que enseñan como lo que aún no saben los que deben aprender”. Fernando Savater

Sobre este tema hemos escrito en otras oportunidades. Hay que conocer al adversario y para ello es necesario el pensamiento estratégico. No pensar y presumir  que se conoce, hay que analizarlo y proceder a neutralizarlo y acabarlo. Este es un régimen que ha seguido, y sigue, las lecciones tanto del fascismo como del nazismo, aunque se proclama de inspiración comunista. Se sustenta en lo peor de los tres sistemas: guerra, terror, odio, destrucción y muerte. La tutoría de Goebbels para el uso de la propaganda y de Chomsky para la manipulación de las masas, las aplican de manera magistral.

A este Gobierno lo caracteriza esa especie de frankestein ideológico similar a lo que ya han sufrido otras sociedades. Su fanatismo le impone rasgos más parecidos a las doctrinas más aberrantes que ha conocido la humanidad. Sustentado en mitos y con un enorme caudal de recursos a su disposición ha devenido en una forma de gobierno catastrófico en lo económico, coercitivo hasta el terror en lo civil y sincrético en lo político y religioso. La fusión indisoluble del partido único con el Estado y el Gobierno, el control absoluto del Estado sobre todos los aspectos de la vida individual y colectiva; la concentración de los poderes, el adoctrinamiento de niños y jóvenes; la autoridad ilimitada del líder; la predestinación de una élite, son entre otros,  rasgos que lo alejan de cualquier sociedad democrática.

En nombre del socialismo se encubren afanes militaristas y totalitaristas adornados con acciones de sensibilidad social. En su nombre se agazapa el fascismo y el nazismo. Hay socialismos para todos los gustos, como dijera Rigoberto Lanz, pero el modelaje carente de ética y de principios le hace un enorme daño a quienes están convencidos de que ese puede ser el camino hacia la justicia social. Ninguna forma de organización social que constriña la libertad y la democracia puede tener futuro.

Es necesario acabar con esa manifestación del poder coactivo cuya manifestación extrema es la instrumentalización de sus relaciones con la gente y sustituirlo por el poder sustentado en principios y valores. Debemos acabar con ese estilo de gobierno tipo chimpancé que es el modo más primitivo de hacer política. Es un nuevo humanismo lo que necesitamos y no un nuevo totalitarismo egocéntrico encubierto con un manto democrático.

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