Contra la desesperanza

El país naufraga en medio de una tensión social que amenaza con la violencia y el derramamiento de sangre, si no se dan pasos concretos hacia un diálogo político que procure la reconciliación nacional

Venezuela es un país con inmensas ventajas competitivas y comparativas que le hacen tierra propicia para la diversificación económica. Alejada de la dependencia exclusiva del petróleo puede generar espacios productivos que con la inversión adecuada proporcione bienestar a la población con alimentos, bienes y servicios de excelente factura. Lamentablemente, la diatriba política, las pasiones desbordadas e inefectivas políticas públicas han estimulado un ambiente de odio, división y desolación que minimiza el trabajo tesonero de su gente y la acerca peligrosamente al fondo del abismo, pudiendo destruir los logros de la democracia. 

En este contexto, el país naufraga en medio de una tensión social que amenaza con la violencia y el derramamiento de sangre, si no se dan pasos concretos hacia un diálogo político que procure la reconciliación nacional, la estabilidad institucional y dé respuestas urgentes a las demandas de la población.  

Ante la reafirmación de la MUD como una fuerza política civil, mayoritaria, pacífica y democrática, el Gobierno reconoció la necesidad de discutir la problemática nacional con la oposición, con el fin de establecer acuerdos para la búsqueda de solución conjunta a las exigencias ciudadanas. No pocos obstáculos presenta el joven inicio de ese instrumento civilizatorio, tanto por radicalismos como por la envergadura de la problemática que requiere de voluntad política y una perspectiva multidisciplinar para dar una respuesta articulada y armónica a la situación.

Ese acto de responsabilidad y compromiso con el país, no puede ser abordado solo por los dialogantes. Se hace necesario el concurso otros factores de la sociedad que con sus conocimientos y experiencias puedan coadyuvar a esa ardua y difícil tarea. Por una disposición constitucional y la Ley de Universidades, las superiores casas de estudio pueden y deben involucrarse en esa búsqueda frenética de soluciones. Cada una desde sus capacidades y especificidades ofrecer aportes.

Las universidades han de conformar equipos multidisciplinarios de su capital humano para hacer un estudio de la compleja realidad que vive la población, con el fin de ofrecer a los dialogantes una nueva perspectiva de la problemática y respuestas cónsonas que den lugar a efectivas políticas públicas que trasciendan el aquí y el ahora. Es la reivindicación de la universidad que legitima ante la sociedad su rol orientador de la vida nacional y de casa de la esperanza.

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