¿Costo político o costo económico?

Los ciudadanos debemos entender, que quien termina pagando las cuentas  del populismo y la demagogia en el corto plazo de los ¡políticos ramplones! con fines corruptibles, somos nosotros los ciudadanos en el mediano y largo plazo

A lo largo de la historia política de la humanidad  los gobiernos indistintamente de cual sea el país, se han visto sometido a la diatriba que representa la interrogante que titula mi artículo, precisamente allí está el detalle, entre lo que buena parte en el mundo de hoy  son las naciones desarrolladas desde el punto de vista económico, político, educativo, científico y social entre otros; con relación aquellas que avanzando muy poco en la senda de desarrollo, se han mantenido estancadas o en el peor de los casos han retrocedido, como es el caso venezolano.

Esa ha sido nuestra triste realidad, porque mientras el verdadero estadista proyecta el crecimiento integral de su nación en el mediano y largo plazo asumiendo el costo político que ello representa el corto plazo, el ¡político  ramplón! está pensando en la obtención de réditos políticos en el corto plazo sin importarle el costo económico que ello pueda representar, en el mediano y largo plazo, todo en aras de mantener el poder, en fin como diría Nicolás Maquiavelo en su obra el príncipe “El fin justifica los medios”.

Ello puede observarse fácilmente en el ejercicio de la política cuando el Gobierno en lugar de dedicarse a mejorar la calidad de vida de la sociedad, a través de la resolución de las necesidades del colectivo, como los servicios de salud pública, seguridad ciudadana, seguridad social,  agua potable, electricidad, calidad de la educación, adecuadas vías de comunicación terrestre, apoyo a la investigación científica y social, incentivos a la masificación de las telecomunicaciones, condiciones económicas de certidumbre, mediante la instrumentación de políticas fiscales coherentes con la realidad, potencialidades y limitantes de los recursos financieros con los que cuenta, que propendan al crecimiento económico, entre otros.

Se dedican entonces a resolverles los problemas particulares del ciudadano, mediante la aplicación de medidas de gasto público asistencialistas, clientelares  y populistas con fines oclocráticos y cleptocráticos, pretendiendo promover una supuesta movilidad social ascendente de sus ciudadanos, para “sacarlos de la pobreza”; pero el resultado que finalmente se termina generando es que la mayor parte de la población, finaliza haciéndose cada vez más dependientes de las dádivas políticas del Estado, estancándose o retrocediendo en sus condiciones de vida es decir, en el subdesarrollo.

Condición por cierto que parte desde la concepción del ser humano, a partir del hecho de que su progenitora no se alimenta, ni se médica adecuadamente por carecer de los recursos necesarios para ello, lo cual impide un desarrollo neuronal adecuado del feto, sumado al deterioro progresivo del sistema de salud pública, debido a la aplicación de políticas poco coherentes, eficientes y eficaces en dicho ámbito y ni hablar de la corrupción. Por ello los ciudadanos debemos entender, que quien termina pagando las cuentas   del populismo y la demagogia en el corto plazo de los ¡políticos ramplones! con fines corruptibles, somos nosotros los ciudadanos en el mediano y largo plazo, con mayores impuestos, inflación, escasez, desabastecimiento y pobreza, etc. Razón por la cual debemos exigir a quienes pretenden ejercer posiciones de liderazgo político para la gobernanza, planes, proyectos y políticas coherentes para el desarrollo integral de la nación, en lugar de una mayor eficiencia en el reparto equitativo de la miseria o dádivas del Estado, para que resuelvan los problemas particulares de un grupo en detrimento del resto de la población; por ello las políticas deben ser integrales, que resuelvan los problemas estructurales existentes, para la promoción de un estado de bienestar sustentable y sostenible.

Pero para ello como ciudadanos necesitamos cambiar nuestra cultura y concepción de la economía, la política, el Estado y la sociedad, teniendo en cuenta que lo fines no son solo lo más importante, sino también los medios; que toda medida política tiene un costo económico que a la final todos terminamos pagando, de allí la exigencia de su sustentabilidad y sostenibilidad; porque entonces nos encontraremos con la otra cara de la moneda que nadie quiere, en la cual forzosamente quien regente el poder se ve obligado aplicar políticas de ajuste económico que entrañan un dilapidarío costo político, que se traduce en altos grados de conflictividad político-social y serios problemas de gobernabilidad.

El estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de todos los demás.Fredéric Bastiac

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