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El régimen de Nicolás Maduro, ese que destruye a Venezuela a paso de vencedores, no pega una. Y tiene que ser así porque todo lo hace mal.
Han puesto en marcha una campaña publicitaria para convencer a los venezolanos que el desastre que se está viviendo no es tal, que las colas por el desabastecimiento, el hambre y la escasez casi total de medicinas, para nombrar solo unos pocos de los males que cargan caminando de cabeza a todo el mundo, son irreales y que vivimos en el paraíso terrenal.
En una de esas piezas, creada bajo premisas falsas, preguntan si sabemos cuál es el país donde la desnutrición infantil en 1999 era vergonzosa y hoy fue superada, donde el desempleo era de 30 por ciento y hoy no llega a cuatro puntos porcentuales (ni Japón), y cosas por el estilo, para concluir que ese bello e ideal país es Venezuela.
Pero la que más llama la atención, es el segmento: “Yo creo en Venezuela” como si se tratara de una cosa que se decreta y ya. Para creer en algo tienen que haber elementos que lo sustenten.
Este cronista está seguro que todos los venezolanos creemos en Venezuela, porque todos y cada uno tenemos una acción en esta empresa que es Venezuela, y ningún accionista va a procurar que la empresa de la cual es dueño quiebre.
Todos creemos en Venezuela, pero el problema está en que cerca de un 90 por ciento, según los más reputados estudios de opinión pública no creemos en Nicolás Maduro.
Y no creemos porque está más que demostrado que es un mentiroso contumaz que convoca a un diálogo por la paz, pero al mismo tiempo arremete verbalmente contra todos los factores del país que se oponen a su gobierno con todo el derecho constitucional que les asiste, y porque tiene bajo su mando unos grupos paramilitares como son los colectivos armados, en su mayor parte delincuentes y exfuncionarios policiales que fueron expulsado de esas instituciones por mala conducta, con el diabólico propósito de agredir y asesinar a los venezolanos que salen a las calles a protestar contra su desgobierno.
No creemos en Maduro porque se empeña en seguir con el modelo comunista causante de la debacle y destrucción de Venezuela.
No creemos en Maduro porque no es un demócrata. Su ideología comunista no le permite ver que los venezolanos están acostumbrados a vivir en democracia y ha hecho todo lo posible por acabar la democracia en Venezuela, sometiendo las principales instituciones que le sirven de soporte al sistema a sus designios, y ha conseguido en quienes dirigen esos establecimientos sus más dóciles sirvientes.