
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El silencio reinaba en la casa de la familia Ferrer. A pesar de eso los habitantes más jóvenes transitaban ajetreadamente por el interior al mismo tiempo que escribían mensajes a través de sus teléfonos inteligentes. Redactaban una mala noticia. Unos ladrones habían matado a Richard Raúl Ferrer Bracho (46), el dueño de la casa y trabajador técnico de la CANTV, durante la madrugada de ayer.
Ese mismo ambiente tenso alcanzaba la calle 95E del sector La Florida, parroquia Cacique Mara, donde una larga fila de hombres vestidos con camisa celeste y jean azul, pertenecientes a la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela, hacían cola para presentar sus respetos a la familia de su colega asesinado por bajar a ver que ocasionaba unos extraños ruidos que venían de la cocina.
Ángel Ferrer, hijo de la víctima, encontró el cuerpo tirado en el lavadero, cerca de la ventana, donde al menos uno de tres supuestos sospechosos intentó entrar para robar. “Quien quiso entrar tendría cuerpo de niño porque el hueco de la reja es pequeño. Creo que es de por aquí. Sino ¿por qué razón mataría a mi padre en vez de someterlo y amarrarlo? A lo mejor reconoció a esa persona”.
El pariente explicó que cerca de las 2.30 de la madrugada de ayer, un problema con el aire acondicionado interrumpió su sueño. “A las 2.22 de la mañana el aire acondicionado empezó a fallar y fui hasta el cuarto de mi madre para avisarle, pero ella me dijo que le avisara a él que estaba abajo”. El joven bajó y encontró a su progenitor durmiendo y lo despertó.
Ferrer agradeció a su hijo por despertarlo. Era el día que llegaba el agua al sector y él estaba pendiente para llenar los pipotes, sin embargo, el sueño lo venció. “Ambos abrimos y salimos al patio. Llenamos los envases y regresamos a la casa”, comentó el hijo. A las 3.00 un fuerte ruido despertó a los habitantes de la casa. Era una de las detonaciones que acabaron con la vida del especialista en telecomunicaciones.
Para cuando Ángel llegó al lavadero encontró a su papá sobre un charco de sangre. Atribulado, el muchacho, llamó a sus hermanos y juntos montaron a Ferrer en un carro y lo trasladaron al Hospital Universitario de Maracaibo. “En el camino él intenta hablar, pero no podía”. Llegaron a la emergencia pero ya no había nada que hacer. Richard estaba muerto.
En la morgue la escena contrastaba al silencio de la casa. La hermana del occiso lloraba presa de la desesperación por la manera tan abrupta como su hermano dejó el mundo terrenal ¿Por qué? Era una de la pregunta que lanzaba a todo pulmón de manera repetida a los parientes que la acompañaban. “El hombre que vivía para trabajar. Siempre dejaba de ir a reuniones familiares solo por su trabajo”.