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Se ha perdido en mi memoria el último domingo apacible. Ya parece rutinario que el país se caiga a pedazos, se destituya a quien le dé la gana al régimen y se contabilice otro muerto a la larga lista de la resistencia.
Esta vez resultó ser el fin de semana más enrevesado de los últimos tiempos. En la víspera de esa insondable, sorpresiva, confusa y supuesta insurrección militar en Paramacay, que hizo pasto fácil de la expectación nacional, se instaló el sábado el nuevo centro de abusos y decisiones dictatoriales, llamado ahora ANC.
Esta ilegal instancia, robustecida de ignorantes de poca monta, embutidos en trajes poco ortodoxos y con sus carencias llevadas con tanta admiración -que solo serían capaces de aprobar sin remordimiento, cualquier atrocidad sugerida por los desalmados de siempre-, se adjudicó una fecha de vencimiento de dos años, dando por sentado que solo impera la ley que se les antoja y ya no queda ni en el recuerdo de lo que fue el Estado de derecho.
Entretanto, destituían como se avizoraba días previos, a la fiscal Luisa Ortega Díaz, quien siempre ha dado por sentado que esta camarilla tenía preparada la emboscada, para derrumbar cualquier obstáculo notable que cuestionase sus fechorías. Pese a ello, luchó por entrar a las instalaciones del MP como una heroína en moto, mientras mancillaban a sus guardaespaldas y sufría en carne propia, los abusos de este sistema socialista cada vez más estrecho.
El domingo pareció interminable. La devolución de Leopoldo López desde Ramo Verde hacia sus aposentos verdaderos fue la primera jugada para atontar a medio país. Pero la mayor distracción ante nuestra perplejidad, fue el confuso asalto al Fuerte Paramacay en Valencia. No sabemos si fue un contingente imaginario que se abalanzó con sus fusiles herméticos y buenas dotes histriónicas para la emboscada.
No sabemos si fue improvisado. O si este grupo de la Brigada Blindada 41 realmente arriesgó el pellejo por la trastada de esta constituyente y los excesos de los tentáculos del autoritarismo. Lo cierto es que muchos militares fueron acuartelados en varios sitios del país, Además del fallecimiento de un dirigente político.
Los días pasan y el tiempo se acorta para un sistema carente de apoyo internacional y de pueblo. Por más que el Gobierno lleve sus atropellos a los límites de lo injustificable, existe un desenlace ineludible del que jamás podrá escapar.