Cúcuta
Partíamos al amanecer, todavía el cielo estaba oscuro con algunas estrellas dispersas, íbamos felices, marchábamos a Cúcuta a comprar nuestros estrenos como tradicionalmente hacia mi familia cada fin de año. Mi padre exclamaba contento,”todos compraremos ropa y zapatos y todavía quedará dinero, en Colombia es mucho más barato”, evidenciando para la época la solidez de la moneda venezolana y la debilidad del peso colombiano.
Mis hermanos mayores compraban sus bluyines americanos y sus camisas irreverentes. Mi madre y mi tía Benilda adquirían sus telas medio luto para hacer sus trajes nostálgicos, para mí siempre había un vestido con tul vaporoso, con el cual lucía dichosa, llegando a parecer una auténtica muñeca viviente, soñadora y sonriente,
Era una Cúcuta de los años 60 con calles sencillas y modestas, repletas de comerciantes árabes, muchos mendigos y numerosos gitanos leyendo las manos de pobladores ansiosos, verificando en el hermano país una economía colapsada, donde el venezolano representaba el progreso y la abundancia.
En la actualidad sucede todo lo contrario, la comparación es desgarradora para nosotros. Cúcuta ya no es el poblado de simples callejuelas atiborrada de enseres con gente desarraigada. Hoy dispone de amplias avenidas, centros comerciales, tiendas sofisticadas, casinos, moderna iluminación, una ciudad cosmopolita muy lejos del pasado temeroso e inseguro.
Los venezolanos vamos en el presente a Cúcuta como peregrinos errantes y desmejorados. Cuando recientemente abrieron el paso fronterizo, luego de 11 meses de cierre, pasamos en manada como los refugiados sirios a Europa, alrededor de 30 mil al día en la búsqueda frenética de alimentos, medicinas y cosméticos que no se consiguen en Venezuela. Vamos despavoridos, huyendo de un modelo político depredador y destructivo, comandado por una gerencia ineficaz y desfasada de la realidad.
Estudios de la Cámara de Integración Económica Venezolano-Colombiana, revelan que el cierre fronterizo no ha servido para nada, incrementándose la criminalidad, el desabastecimiento y la contracción de la actividad comercial. Los argumentos esgrimidos por el Gobierno nacional para cerrarla como las circunstancias delictivas y violentas, vinculadas con el paramilitarismo y el narcotráfico siguen sin solucionar, mostrando un contexto abrumador y desolado, confirmando la pobreza venezolana y el desarrollo neogranadino. Añoro los viajes decembrinos en cayapa, felices y despreocupados, pero la realidad actual es otra, cruel y trágica. Quiero ir a Cúcuta.