Hasta
Había aun vez una ciudad hermosa, amada por el sol, besada por un lago encantado, con un malecón de recuerdos, calles de alborotados amores, adornada con trinitarias y berberías encendidas, olores inspiradores a caujíl, mango, níspero y coco, gente alegre, emprendedora y bulliciosa, todo un espectáculo divino, muy suntuoso y movido, sin embargo este espacio impactante siempre ha padecido de una decadencia lamentable como la permanente falta de agua potable, vital líquido, necesario en cualquier final feliz, sin su presencia se generan solamente historias de amores cobardes o cuentos menguados y aguados.
Ahora el chiste es que los marabinos que no tenemos alimentos, seguridad ni medicinas, esperaremos con nostalgia y melancolía, cuatro largos e incómodos días y medio sin el recurso natural que hace más llevadero nuestros instantes, debido a que con agua vivir es más sabroso. Hasta los momentos, el esquema de racionamiento era de 36 horas de agua por 72 de espera, cambiándolo para más angustia e impotencia.
El argumento desconcertante es, que la escasez de agua es culpa de la errante y peregrina lluvia, la cual no llega con la fortaleza deseada, no cae con su apasionado volumen, ni se presenta desprevenida como caída del cielo, sino que se ha perdido en el horizonte lejano, con mayor despreocupación que los años anteriores, generando con su alocado acontecer que los embalses Tulé, Manuelote y Tres Ríos pasen serias dificultades por el prolongado período de sequía, afectando además con su indiferencia crítica y alarmante a las cuencas de los ríos Cachirí, Socuy, Palmar, Lajas y Caño 'e Pescado, nutrientes naturales y espontáneos de los embalses que distribuyen el agua a los diversos municipios de la región.
Así están las cosas mientras no llueva. Las autoridades regionales como siempre exponen que estas desproporcionadas reglas de suministro sólo es por unos meses, con la ilusión de que el próximo período de precipitaciones en septiembre, octubre y noviembre, la lluvia llegue sin avisar y suficiente para llenar con normalidad los embalses y por fin la población marabina tenga agüita para resolver el duro trajinar diario, bañándose y refrescándose de este sudoroso y apabullante calor. Una vez más la hidrológica estatal despista a la colectividad, evadiendo responsabilidades, construyendo cuentos menguados y aguados; que como todo relato irreal está muy alejado de la verdad y de la gente emprendedora y bulliciosa.