Urge
“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de derecho y de justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Art. 2 de la Constitución Nacional.
Desde fuera el país luce como una inmensa torre de Babel. Urge que nos calmemos y aclaremos. Demasiada confusión y espíritus exaltados que crean una situación difícil para ser descifrada por propios y extraños que no han vivido o investigado sobre nuestra realidad republicana; que no conoce nuestros antecedentes históricos y contemporáneos, nuestra cultura caribeña, nuestro entramado jurídico, ni la orientación ideológica de los partidos políticos; ni el escenario en que cada uno apareció en la vida política del país; ni los intereses particulares y grupales, internos y externos.
Yo me confieso como uno de los ilusos que creyó que tanta degradación política no era posible y que el desbarajuste económico era intolerable por los niveles que alcanzó durante el chavismo, e insostenible por el madurismo. Llegué a pensar que esa espantosa situación nos obligaría a una reagrupación de carácter político donde sólo existirían tres grandes corrientes o tendencias: los socialdemócratas, los socialcristianos y los socialistas, como una reducida minoría.
Después de las elecciones regionales del 15-O de este año, los regentes de Miraflores y La Habana deben estar frotándose las manos y burlándose de todos los venezolanos que mantenemos nuestra fe en la democracia, no solo por las trampas electorales que perfeccionan en cada evento que realizan a su conveniencia, sino por la discordia creada entre sus adversarios que los favorece y atornilla en el poder. Resulta decepcionante, frustrante y confuso, leer, oír y ver gente y dirigentes del sector democrático del país, todos con un mismo objetivo y deseo, con análisis denigrantes, epítetos injuriosos y conclusiones delirantes contra nosotros mismos y la MUD, lo cual favorece al régimen y algunos intereses personales y grupales.
El país y el mundo entero exige un comportamiento político más reposado, más centrado y consensuado, más trascendente, más acorde con nuestro tiempo y espacio. Exige la aparición de más líderes y menos caudillos y mesías. No andamos en la búsqueda de héroes, sino de líderes que nos ubiquen en una realidad geopolítica y geoeconómica con inteligencia, que tomen en cuenta el destino de la nación. Que atiendan algo tan sencillo y difícil a la vez para cualquier nación, como lo es, que sus ciudadanos vivan bien, con tranquilidad, prosperidad y paz.