De la retórica a la acción

El conflicto en Venezuela continúa en un punto muerto, o en el mejor de los casos en el que avanzar utilizando las mismas tácticas es una difícil cuesta. Las guerras han acabado cuando un factor rompe el equilibrio, bien sea por la aparición de una nueva arma o quizás la entrada de nuevos aliados

En Venezuela hay una larga historia de desencuentros entre los discursos cargados de visiones de largo plazo y la concreción de estos. Desde la idealización de la gesta libertadora y los valores que según la versión oficial perseguía, los tantos planes de la nación, y hasta la aspiración de convertir al país en una referencia mundial, cada uno se fue diluyendo en la poca emocionante etapa de la implementación. 

Esta realidad no es exclusiva de Venezuela, varios países de la región la comparten, al menos en cuanto a la dificultad de coordinar esfuerzos. Las pasiones humanas parecen hacer de las suyas en cualquier actividad. Sin embargo, estos países han sabido resolverlo a nivel de grandes acuerdos, cierto respeto a la institucionalidad, y quizás apelando a algo de paciencia. 

Venezuela sigue enfrascada en el fin de un modelo; desde los años 80 se viene hablando del tema, estando el mismo más que diagnosticado. A esto se sumó la idea que para retomar la senda del progreso era necesario cambiar las instituciones existentes e instaurar un modelo desde cero, no sería la primera vez que un argumento así servía para rescatar la esperanza pérdida de miles de personas. 

Lamentablemente la lucha por el poder, particularmente por acceder a los beneficios de la renta petrolera, evitó la posibilidad de construir acuerdos, llevando a cada sector a posiciones aparentemente irreconciliables (pero con quienes se beneficiaban de cada lado con la situación imperante). 

Hoy en el país se repiten algunas escenas. Por un lado se vuelve a nombrar el diálogo y la búsqueda de acuerdos, por otro se anuncia lo ya sabido por todos acerca de la importancia de una “unidad sincera”, desde afuera la llamada Comunidad Internacional observa y actúa bajo la lógica de las circunstancias propias de cada país. 

Lamentablemente, como en las guerras de trincheras cuando avanzar unos metros costaba semanas y centenares de vida, el conflicto en Venezuela continúa en un punto muerto, o en el mejor de los casos en el que avanzar utilizando las mismas tácticas es una difícil cuesta. 

Las guerras han acabado, cuando un factor rompe el equilibrio, bien sea por la aparición de una nueva arma o quizás la entrada de nuevos aliados; ojalá en Venezuela no haya que esperar la entrada de un factor imprevisto y que contra todo pronóstico se logren encontrar caminos que tengan como resultado el cierre de un ciclo, el cual sin duda ha durado más de la cuenta.

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