De locos y no locos

El grito diabólico de Chávez se trasmitió a Maduro, quien aún comanda un país paralelo al de la realidad. Los frutos amargos de una llamada “Revolución” son indigeribles, porque matan

La tragedia venezolana, inocultable y dolorosa, evoca tiempos de post guerras, en un país que la vive, a veces silenciosa, a veces estrepitosa. El grito diabólico de Chávez se trasmitió a Maduro, quien aún comanda un país paralelo al de la realidad. Los frutos amargos de una llamada “Revolución” son indigeribles, porque matan. Las carencias de todo, se acompañan de una total ineficacia en quien detenta el Poder (o cree detentarlo). Víctima de su propia adaptación a la realidad por su incapacidad, se rodea de quienes, conociendo sus falencias, construyen carpas aparte, pero dentro del sistema corrupto de gobernar, la única empresa “próspera”  del pais.

En la otra Venezuela, todo el que aquí vive, padece de grandes sufrimientos físicos y morales. Hay hambre. Lo vemos en la pérdida de peso de grandes masas poblacionales. “La dieta de Maduro”, así llaman en el vocabulario popular a esta desgracia. Por supuesto que, en la Venezuela paralela de Maduro, la señora obesa de la televisión y propaganda oficial advierte que ella come todo lo que quiere y consigue toda la comida y medicinas que necesita. Ese grupo sobornado u obligado responde al esquema típico del fascismo publicitario.

El problema criminal del país es la utilización de la mentira reiterada para seguirlo sometiendo; no es casual que un militarote siga con su mazo dándole a la Constitución, a la legalidad total; amenazando, burlando y sentando bases para la violencia. No es posible que a estas alturas existan Magistrados que con antecedentes criminales, o destituidos del Poder Judicial, por este mismo Régimen, fueran designados. ¿Quién asume la responsabilidad, llegado el momento de sancionar? Porque culpables hay y muchos. Quizás en la oportunidad que haya luz en el camino y la justicia impere, Maduro salga ileso por ser inimputable, pues tal como lo certificó el Pepe Mujica, y nadie lo contradijo, está más “loco que una cabra. Ignora tantas realidades, ignora todo y eso sólo se justifica con un estado demencial. Los demás tendrán que responder por lo que hicieron, hacen y seguirán haciendo. La forma de abordar estas realidades y sus ocurrencias están en el limbo. Nadie define con exactitud y solidaridad plena la conducta a seguir. Siendo así dementes y no dementes, corrompen y destruyen lo poco que queda. Maduro es victima de sí mismo.

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