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La hora actual demanda la mayor firmeza de los ciudadanos, que con su desempeño público defienden y luchan por la vigencia del sistema democrático y el respeto de los derechos humanos, ante un gobierno que no cesa en sus propósitos totalitarios. Nada debe interrumpir el sagrado deber de acompañar al pueblo en su legítima lucha para superar las calamidades que está sufriendo, sin dobleces, ni adecuar las opiniones o acciones a intereses políticos o de orden personal, por lo cual no debe ser entendido ese desempeño como una tarea quijotesca.
A estas alturas no es posible torcer el camino ni doblegar la voluntad de lucha. Los intereses políticos, patrimoniales o inherentes a personas no deben hacernos desmayar en la defensa de los intereses populares con silencios cómplices o actitudes acomodaticias. Debemos aportar ideas y criterios dirigidos a enfrentar y superar la tragedia que afecta a la paz ciudadana.
Todo aquel ciudadano que desempeñe una función pública o de representación debe entender y tener claro que está prestando un servicio público, ajeno al propósito de obtener a través de él un enriquecimiento ilícito o la acumulación de riquezas obtenidas a través de prácticas de corrupción o el tráfico de influencias, que han permitido y permiten la acumulación de grandes fortunas y cuentas bancarias en el exterior, que garantizan a sus titulares llevar una vida personal llena de dispendios.
La búsqueda de segundas oportunidades para continuar lo que para algunos políticos fue una práctica, temporalmente suspendida por razones ajenas a sus voluntades, es una conducta censurable, que lesiona el ADN de nuestra democracia. En la política se debe servir con honestidad, lealtad y pulcritud, atributos estos que algunos de antes y de ahora no pueden exhibir, y sin embargo observamos como insisten en volver a optar a posiciones que les abran el camino para volver a las andanzas por las cuales fueron y son repudiados.
Con Jaime Bayley, destacado escritor peruano, podemos decir: “No trates de dejar huella. No procures perdurar. No pienses en dejar una obra que te sobreviva, ni lo intentes. En años nadie se acordará de ti, y no importará lo que fuiste o lo que hiciste. La gente ha vivido muchos años sin ti y lo seguirá haciendo cuando ya no estés. Lo raro no es que dejes de existir, lo raro e impertinente es que existas”.