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El fracaso y estafa más costosa del régimen contra Venezuela y que todavía no termina de totalizar su daño a la nación se llama la “Revolución Energética” y por eso coloca al país contra la pared llevando a su economía y calidad de vida a través del más inexcusable y penoso viacrucis. Cifras cercanas a más de $50 mil millones, se despilfarraron en plantas eléctricas, muchas de las cuales ni siquiera han alumbrado un bombillo (5 mil 200 MW), todas por incumplimiento y en algunos bochornosos casos “cobradas completas” pero no entregadas.
Pero eso no es lo único malo, muchas de las plantas que se lograron poner en servicio con el tiempo sucumben porque muchas eran plantas de segunda y tercera mano y al mantenimiento brillar por su ausencia pone en decadencia la capacidad instalada. Por haberse permitido una anti-planificación técnica, enfocada en los ilícitos de la corrupción la nación fue desfalcada y un grupito salió enriquecido y todavía hoy no sólo goza de impunidad, sino también de inexcusable premiación.
Insólito que en el país con las mayores reservas de hidrocarburos del mundo, no hay disponible la suficiente cantidad de combustibles para propulsar el equipamiento térmico adquirido. Hay una imperdonable perversidad: toda esta corrupción ha sido utilizada parar una destrucción económica de más de $500 mil millones contra el Producto Interno Bruto, PIB de Venezuela. Detrás de la falta de electricidad está el principal francotirador que atenta contra la economía y la principal amenaza para una eventual gobernabilidad del país de lograse una transición que reinstitucionalize el país.
Este desastre tiene solución sólo por la vía la ética, la transparencia en la gerencia de las empresas energéticas. Las guachafitas de los negociados tiene que erradicarse, así como la impunidad a los culpables de la estafa, sean quienes sean. De lo contrario, entraremos en un “ya salimos de aquellos, ahora le tocará a otros”.
Para Venezuela el tiempo apremia, no permitamos que el futuro de la nación entre en corto circuito por los vicios del pasado.
¡Manos a la obra que si se puede!