Decisión Vital

El régimen dictatorial que por desgracia hoy  ocupa Venezuela gracias al uso del poder de las armas del estado las cuales colocó al servicio de la revolución y no de la nación, así como  al control de las instituciones de un estado fallido, se le avecinan grandes decisiones en una materia que para su desgracia nunca ha podido, ni podrán  controlar, como lo es la económica, la razón es muy sencilla, la misma no puede ser manejada por mandatos  o decretos de un dictador o hegemon mayor.

La economía responde axiomas propios de la acción humana cuyo resultado se traducen en la evolución mercados de bienes, servicios y dinero, mediante los mecanismo de oferta y demanda; por ello su compresión se hace imposible para aquellos que pretenden manejarla través de modelos de planificación central, mediante el empleo de medidas coercitivas aniquiladoras de la actividad económica,  como los controles de precios, producción, tipo de cambio, importación, exportación entre otros.

Para muestra un botón, que mejor ejemplo que la economía Venezolana, donde se han implementado todo este tipo de controles, y hoy somos la economía con la inflación más alta del mundo, 13 trimestres consecutivos de contracción económica, que se traduce una depresión absoluta de nuestro aparato productivo y en una destrucción del mercado como mecanismo ideal para la fijación de precios y con ello del esquema de incentivos para la producción.

Por ello al régimen para este último trimestre del año le toca escoger entre lo malo y lo peor en materia de decisión de política económica, es decir el aumento de la gasolina o la monetización (creación del dinero fiduciario) para cubrir en mayor cuantía del gasto fiscal de fin de año como ocurrió el año pasado, lo cual terminó por desencadenar el proceso hiperinflacionario que hoy sufre nuestra economía, y que sin duda alguna acentuó aún más el cuadro de depresión económica ya existente, mediante la descapitalización acelerada de los medios de producción y la escasez de los factores productivos.     

En ese sentido, el aumento de la gasolina resulta impretermitible, como la decisión de política económica menos mala dentro de lo peor, ya que no se cuentan con los ingresos fiscales ordinarios suficientes para cubrir el enorme gasto fiscal estacional que siempre se genera a finales de año; y si a ello se le suman el 5900% de aumento del salario mínimo decretado recientemente,  las limitaciones de endeudamiento interno y externo, el saldo negativo de la balanza de pagos que se ha traducido en quema de reservas internacionales, entre otros; tomar la decisión nuevamente de monetizar la mayor parte de todo el gasto fiscal de fin de año generaría un cataclismo hiperinflacionario aun mayor al ya vivido.

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