Deseo
Desde pequeños se nos dice que nuestro destino está escrito y que seremos los que estamos destinados a ser. Sin embargo, la vida me ha demostrado que las decisiones que tomamos cada día determinan nuestro futuro. He sido inspirado al escribir el presente artículo por dos cosas. La primera de ellas es la vieja canción de Rubén Blades que lleva el mismo título y la segunda es la historia muy conocida por nosotros relatada en la novela de Lewis Carroll en Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas.
La canción de Blades nos enseña las consecuencias de tomar decisiones desacertadas en tres ejemplos cantados al son de la salsa caribeña. Disposiciones que tomamos empujados por nuestros impulsos, a veces atribuibles a la manera de ser de nuestros antepasados que se han venido transmitiendo de generación en generación, en la cual incide de alguna manera nuestro mestizaje.
Igualmente, la historia contada por Carroll es bastante interesante. Recordemos que en la narración, Alicia se encuentra en un cruce con dos caminos, ambos conducen hacia adelante pero en direcciones opuestas, al pensar qué camino tomar es confrontada por el gato Cheshire y ésta le pregunta qué camino seguir. El gato le responde que su decisión depende del sitio o destino al cual quiere llegar, añadiendo que si no sabe a dónde quiere ir es irrelevante el camino a tomar. A diferencia de Alicia, cada uno de nosotros sabe a dónde quiere ir y si importa el camino que escojamos, porque de ello depende lograr alcanzar la meta propuesta en el plano secular y espiritual.
Cuando abandonamos el estado preterrenal y vinimos a este mundo a expiar nuestros pecados gozamos de una prerrogativa que nos concede el libre albedrío. Representa la capacidad y la posibilidad real de escoger el camino donde transitará nuestra vida y en el que estaremos acompañados por los seres que nosotros mismos decidimos escoger en la travesía. Es un don espiritual que nos permite tomar la mejor decisión en la encrucijada, y de esa decisión dependerá nuestra vida venidera.
No cabe dudas que los avatares de la vida hacen que no todas las decisiones que tomemos sean acertadas, tendremos, momentos en que nuestros actos nos sacan temporalmente del camino. El don del arrepentimiento nos ayuda a volver a él y rectificar si realmente tenemos fe. La fe verdadera es el antídoto para mantenernos firmes contra las acciones del adversario. Como dice el papa Francisco: pidamos al Señor que nuestra oración tenga siempre aquella raíz de fe. La gracia de la fe no se aprende en los libros. Es un don que te da el Señor, pero pídelo. Deseo pues que cada día edifiquemos este don con la ayuda de Dios, no solo para conducirnos mejor cada día sino para hermanarnos como nación.