Desobediencia civil

Lo que une a estas historias es por encima de todo que en cada caso hubo una demostración de Poder. Gandhi apeló al poder moral que se había ganado como líder

En 1930 Gandhi caminó durante casi un mes a lo largo de más de 300 kilómetros, acompañado de 78 personas, con la simple intención de llegar al mar y tomar un poco de sal en sus manos, retando así a todo el imperio británico al desconocer una ley que otorgaba a este el monopolio del comercio de este mineral, este acto de desobediencia civil es conocido como “la marcha de la sal”. En 1955 Rosa Parks viajaba en autobús, y contraviniendo la ley se negó a ceder su puesto a un hombre blanco, lo que más adelante se convertiría en un símbolo de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. En 1989 un hombre anónimo se paró frente a una fila de tanques en la Plaza de Tiananmén en China, y aunque se desconoce si fue asesinado o no, esta imagen se convirtió en símbolo de las luchas civiles. 

La historia moderna tiene otros tantos ejemplos de protestas civiles, como la huelga en los astilleros de Gdansk (Polonia, 1980); la revolución de Terciopelo (Checoslovaquia, 1989); la primavera Árabe, más recientemente, y muchos otros movimientos que terminaron derrocando gobiernos o leyes tiránicas. En nuestro continente ha habido también ejemplos de luchas civiles emblemáticas, como el de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, el triunfo del “No” en Chile, y otros tantos intentos de preservar la libertad frente a regímenes signados por la barbarie. Luchas todas estas rodeadas de dramas personales, caídas y fracasos, pero sin duda envueltas en halos de valentía que a más de un tirano heló en su cobardía, y que les hizo huir.

Qué tienen en común todas estas historias, y otras tantas no contadas. Probablemente menos de lo que esperaríamos. Cuando Gandhi emprendió su marcha ya era un líder reconocido, mientras que Rosa Parks era simplemente una persona viajando en un autobús. Lo que un hombre representó encerrado en una cárcel de Suráfrica lo hicieron miles en sus luchas sindicales en Polonia. No se trata entonces de si se es conocido o no, de si se es uno o muchos. Lo que une a estas historias es por encima de todo que en cada caso hubo una demostración de poder. Gandhi apeló al poder moral que se había ganado como líder, Rosa Parks recurrió al poder moral de la idea de igualdad, el hombre anónimo de la Plaza en Tiananmén tuvo como recurso el poder moral de la valentía. Y todos se levantaron sobre el poder de lo simbólico.

También en las manifestaciones masivas como las de Polonia y Checoslovaquia hubo demostraciones de poder, en estos casos de la capacidad de organización de miles de hombres. En Argentina fue el amor desesperado de unas madres lo que sentó sus bases, mientras que en Chile fue la convicción electoral de muchos lo que rompió el silencio. En Venezuela tal vez uno de los momentos más emblemáticos fueron las luchas de la Generación del 28, quienes apelando también a símbolos planificaron un conjunto de actos para los Carnavales caraqueños de 1928, los cuales buscaban romper el silencio contra un régimen que parecía destinado a perpetuarse indefinidamente. Si bien todos estos ejemplos no lograron sus objetivos de manera inmediata, sin duda sentaron las bases para futuros cambios.

En la Venezuela de hoy tal vez convenga pensar en algunas de estas historias y sus lecciones, no como fórmulas infalibles, pero sí como recordatorios que el Poder Moral y la voluntad son capaces de cambiar realidades que por momentos pueden parecer eternas, y que para ello la desobediencia es el punto de partida. Escribió Henry Thoreau, autor de Desobediencia civil, “la desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad”

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