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La flaqueza de los gobiernos comunistas es la concepción personal de cada dirigente, ausente de decencia, entendida como un flujo permanente de actos censurables, según el criterio tradicional o del común de las personas. Esa carencia se trasmite a la sociedad subyugada y la degradación colectiva, se equilibra con el poder, bajo mecanismos de represión total y un permanente soborno (si hay cómo hacerlo) o sencillamente con la indiferencia de los comprometidos.
Esa fase del manejo político, absorbe los aspectos económicos, sociales, culturales, religiosos, etc., para generar un caos, en el cual la subsistencia (madre de todas las aberraciones), causa y efecto de sí misma, forma una sociedad particular a los ojos de quienes no sufren el rigor del comunismo en cualquiera de sus manifestaciones, hoy llamado socialismo del siglo XXI.
Esa realidad apocalíptica, se enseñoreó en Rusia, como punta de lanza del marxismo-leninismo, se expandió como doctrina y se concretó en países como China, Cuba, hoy en Corea del Norte y otros países, incluyendo Venezuela, Brasil, Argentina, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, cuyos gobiernos escogieron el mismo estilo e imitaron a los Castro. La realidad actual, muestra a una Cristina de Argentina, enjuiciada, a la Rousseff a punto de serlo; un Raúl deshojando margaritas con Obama, etc., lo que evidencia el repliegue de un sistema perverso e inhumano, que en todos los países tiranizados solo ha sido exitoso en el fracaso, la corrupción y la impunidad.
Venezuela no escapa a este análisis, la diferencia es la indiferencia, estamos esperando un vengador que espada en mano triunfe contra los malos, mientras terminamos de consumir vidas y bienes, creyendo que el madurismo es un paso de nube y que Ramos Allup y la Asamblea Nacional, serán ese ángel vengador. Enfrentemos la realidad. No esperemos que ese ángel llegue en forma de anarquía, que se nutriría de ríos de sangre. Obligado es decirlo: ese proceso anárquico es esperado y deseado por el régimen y las bandas criminales que fomenta, dotándolas de armas y odio social, con garantía de impunidad. La vía pacífica es deseada y posible. La resistencia civil, la calle y otras formas organizadas pueden con el Gobierno, si asumimos responsablemente los sacrificios que eso implica. Despertar es concebir el futuro como una forma de vivencia futurista y bienestar común.