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Este 12 de junio se celebra el Día Mundial del Doblaje, para festejar el trabajo que realizan los actores e intérpretes que se encuentran detrás de un micrófono dándoles personalidad y voz a los personajes.
En el sentido formal, según la Real Academia Española, el doblaje en cine o televisión es aquella “operación en la que se sustituye la parte hablada por su traducción en otra lengua”.
Si bien muchas veces este proceso puede pasar desapercibido, hacer doblajes incluye un nicho artístico muy fuerte y una pata empresarial con su propio peso dentro de la económicamente poderosa industria audiovisual.
Los pioneros de esta técnica fueron los estudios de animación de Walt Disney. En 1938 que se estrenó el primer largometraje de la historia doblado íntegramente al español: Blancanieves y los Siete Enanitos. La traducción de la cinta llevó poco más de seis meses y no se mantienen copias ni registros de ese primer intento por parte de la industria de llegar a Hispanoamérica con sus contenidos.
Estos primeros doblajes al español se realizaron en Estados Unidos y contenían una extraña mezcla de acentos de las distintas regiones de América latina y España, ya que el rol institucionalizado del actor de doblaje aún no existía.
Esta característica casi hace fracasar la expansión internacional de Disney, ya que el público rechazaba la combinación de voces y esto perjudicaba el rendimiento comercial de los contenidos.
En base a esta problemática, Disney decidió trasladar los estudios de doblaje a distintos países hispanoparlantes y que la dirección del proceso estuviese a cargo de directores y actores de habla castellana.
El primer gran estudio de doblaje en América Latina se abrió en Buenos Aires. Años después, en 1949, una delegación del estudio argentino se trasladó a México para encontrar la voz de Cenicienta a través de un concurso organizado por la emisora de radio XEW.
La producción terminó eligiendo a la actriz y cantante centroamericana Evangelina Elizondo para interpretar a la princesa. El resultado fue tan bueno en calidad y taquilla que a partir de ese entonces México se consagró regionalmente como “la capital del doblaje”.
El otro gran embrollo en la historia de los doblajes al español fue en 1991, con el estreno de La Bella y la Bestia. Para esta película Disney tomó la decisión de producir dos doblajes diferentes: uno para América Latina producido en México y otro en España. Esta modalidad se mantiene hasta la fecha y la industria del doblaje en el país ibérico es hasta hoy casi omnipresente.