Diálogo para el cambio

 

Todo proceso de transición, como el que Venezuela está a punto de iniciar debido al agotamiento del sistema regente, pasa por el diálogo, sin que esto signifique claudicar en los principios básicos que defendemos ni a la presión popular

La palabra diálogo debería ser de uso cotidiano en una democracia participativa, el problema es que durante 17 años en nuestro país hemos vivido en un régimen autoritario con fachada democrática que está terminando de resquebrajarse.

Esa es la razón de que los venezolanos, en cualquier lugar donde nos ubiquemos en el espectro político, somos aprensivos con la palabra diálogo. A los oficialistas se les enseñó que todos quienes se oponían al Gobierno eran agentes del imperialismo, empero no era posible un entendimiento con semejantes sujetos. Y para quienes buscamos el cambio, el término nos recuerda las ocasiones donde el Gobierno aceptó conversar, solo para ganar tiempo y avanzar en su agenda.

Son muchos los años de un discurso de odio, y eso nos lleva a desconfiar de cualquier negociación; pero todo proceso de transición, como el que Venezuela está a punto de iniciar debido al agotamiento del sistema regente, pasa por el diálogo, sin que esto signifique claudicar en los principios básicos que defendemos ni a la presión popular.

Hay referencias como la de Nelson Mandela, quien después de sufrir 27 años de cárcel, llegó al poder sin sed de revancha y garantizando participación a los blancos que una vez fueron sus verdugos. 

En toda negociación las partes deben estar dispuestas a ceder, aunque sea difícil; en Chile, por ejemplo, la condición de la dictadura para abandonar el poder fue dejar a Pinochet frente al ejército, muchos se opusieron pero terminó aceptándose. Al final el resultado es que Chile ha disfrutado de 26 años de democracia, de los cuales la Concertación (equivalente chileno de la MUD) ha gobernado 22, y hoy los responsables de los crímenes de la dictadura han sido enjuiciados y castigados.

El diálogo no significa renunciar a nuestros derechos (el derecho al revocatorio) ni nuestros principios (la democracia, el cambio de modelo) y tampoco que abandonaremos las calles como método de presión, solo buscar un camino de entendimiento que evite la confrontación estéril entre hermanos venezolanos, así lo ha planteado Manuel Rosales, quien reivindicó este camino en una carta reciente y se han ido sumando líderes como Leopoldo López y Henry Ramos Allup.

El cambio de gobierno, y de este sistema arcaico y tiránico, es el objetivo de todos los que hacemos vida en la alternativa democrática, pero lograr ese cambio en paz y en condiciones que garanticen la participación popular, es la meta que se debe buscar con el diálogo.

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