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Al venezolano de hoy lo acechan muchos fantasmas, y uno de los que sin duda más angustia le genera es el del llamado diálogo. Una y otra vez se ha usado esa carta, desde aquel ya lejano día en el que con crucifijo en mano, y habiendo recibido un golpe de realidad, el que fuera Presidente de la República anunció una comisión que buscaba la reconciliación, hasta este septiembre que se vaticinó como un punto sin retorno y al parecer terminará de nuevo en un intercambio de declaraciones, y nuevos diálogos (ahora secretos).
Como ocurre con todos los fantasmas, hay quienes se asustan más que otros. Es por ello que tal vez algunas figuras públicas (y otras no tanto) de una vez saltan y empiezan a señalar a todo el mundo como responsable de haber despertado de nuevo a un espectro que creían enterrado en la eternidad. Con ello empieza una cacería de brujas imaginaria, pues no tienen el poder suficiente para cazar a quienes quisieran. De esta manera sin darse cuenta, o tal vez sí, contribuyen a asustar aun más a una población que ya parece no soportar más angustias y desesperanzas.
Del otro lado los que son señalados por traer de nuevo al viejo fantasma del diálogo por un lado tratan de disimularlo bajo el traje, y aceptan que está ahí pero que no querían mostrarlo, algo que contribuye a atemorizar aun más a los ya temerosos. Con ellos salta otro grupo cuyo único argumento contra quienes lo señalan es el ya conocido “coge tu un fusil, pues”, intentando una vez más escapar de una responsabilidad que ellos eligieron asumir. Esto es como si un jugador de fútbol le dijera al director técnico y a la vez jugador que todos los domingos lo ve en la TV, “ven tú a jugar”.
La realidad es que el diálogo no solo es necesario, sino que es ineludible. Todo conflicto termina siempre con las partes sentándose en la mesa de negociación. La única gran incógnita es cuáles serán las condiciones que cada parte aceptará, y eso depende simplemente de la fuerza relativa que cada una tenga al momento de sentarse en la mesa. Mientras más equilibradas las fuerzas, más equilibrado el acuerdo; por el contrario, en la medida que uno pueda imponer sus condiciones sobre el otro los acuerdos finales serán más favorables para este.
Así, el diálogo vendrá. En este momento, en el que aparentemente las fuerzas están equilibradas, se pudieran llegar a ciertos acuerdos de una transición hacia un buen Gobierno (porque lo que no hay duda es que este es un mal Gobierno). Sin embargo, hay sectores que por intereses o ceguera creen que aún pueden imponerse, y en esa medida intentan bloquear toda posibilidad de encuentro. Y, lamentablemente, a pesar de ser minoría pudieran ser quienes estén ganando la partida por el momento, pues alargar el tiempo les permite respirar un poco más, a costa del sufrimiento de otros.
El fantasma entonces ha vuelto a aparecer, y sus promotores deben saber manejarlo, pues hay una población que si bien está asustada y bastante desesperanzada, la desesperación le puede dar las fuerzas suficientes para barrer con todo aquello que sienta se interpone entre ella y su sobrevivencia. Con esto en mente, la mejor tarea que pueden asumir los promotores del diálogo es mostrar resultados concretos, no como actos de magia que ocultan bajo el traje, sino con resultados claros, en los que las partes se sientan representadas, de lo contrario como en otras ocasiones será un chantaje más.