sábado, noviembre 16, 2024
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Diario La Nación celebra la resiliencia en sus 52 años

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Diario La Nación cumple 52 años en un momento crítico en la historia de Venezuela y de los medios de comunicación nacionales; por eso, más que festejar la antigüedad, celebra la abnegación, la resiliencia y la perseverancia.

Entrar en consideraciones de qué tan graves son estos momentos padecidos, no solo por el rotativo sino en general por los medios impresos en el país, en comparación con otras épocas, iguales o más complicadas, sería empozarse en el pasado, cuando más de considerar resultaría mirar el futuro, y eso solo es posible cuando desde la contingencia hay la posibilidad de reinventarse.

Una reinvención que la pandemia sometió al viraje más radical, trasladar la sala de redacción a los espacios virtuales y volcar un esfuerzo que comúnmente se concentraba solo en la edición en papel, reorientándose no solo a la web, sino a los lenguajes multimedia que esta permite: un cambio que ya hace un buen tiempo se veía venir; pero que la pandemia aceleró dramáticamente en Venezuela.

Es así como las mismas circunstancias han marcado otros derroteros y de igual modo, en algún tiempo, implicó la adquisición de una rotativa más moderna, la digitalización de los procesos, modificaciones en el diseño, replanteamiento del tiraje y el abordaje de nuevas plataformas, primero en el formato de páginas web más tradicionales, y en la actualidad a otros que llevan la imagen y la inmediatez a otro nivel.

Historia de retos

Desde esta nueva perspectiva digital, el horizonte de lectores se ha ampliado, y no encerrándose en un ámbito local. De hecho, dentro del fenómeno de la diáspora de tachirenses alrededor del mundo, Diario La Nación ha cumplido la labor de traerlos de regreso a su terruño, así sea simbólica e imaginariamente.

Un reto, no solo de carácter tecnológico y profesional, sino que, además de inherente al mismo, ha tenido que sobrellevar los obstáculos de una crisis económica, energética y comunicacional, que ha propiciado no pocos “apagones” informativos. 

Un reto sorteado con éxito porque, aunque el equipo de talleres, de redacción y administrativo, en el primer mes de cuarentena, se tuvo que ausentar de su tradicional lugar de trabajo, se lo tuvo que meter en el corazón, llevando a que incluso muchos hogares se transformaran en una oficina del periódico.

Unos 52 años después, por los cuales han pasado al menos cinco diarios, han nacido radios y televisoras, por no mencionar el impacto de la internet, Diario La Nación, tanto como ser paradigma del periodismo en la región y de la gestión empresarial, se ha erigido como monumento a la constancia.

Y ha sido así, no solo por la voluntad de un equipo de trabajo, creyente tanto del periodismo como el develador de mayor confianza de la realidad nacional, así como de la libertad de empresa y trabajo, en la lucha hasta las últimas consecuencias por no cerrar una fuente de empleo, sino por el reclamo de fieles lectores, acostumbrados a sus mañanas de café y su ejemplar de Diario La Nación. 

Han sido aquellos –sobre todo los menos familiarizados con herramientas informáticas o limitados en su acceso a la internet- a los cuales se ha tenido que recuperar, haciéndoles ver que seguimos en la calle, por tiempos de pandemia, en una frecuencia de tres días a la semana. 

En nuestras coberturas noticiosas, los periodistas hemos pasado de entrevistadores a entrevistados, de fieles lectores que quieren saber de nuestros labios la buena nueva de que el producto tradicional sigue con buena salud y que se ha diversificado a través de las redes sociales, de nuestra página web y ahora con La Nación Radio.

Y aunque la pandemia apagó muchas rotativas en el país, no así a Diario La Nación, que sigue en la calle, informando.

Pero quienes crean que este 2020 ha sido el único plagado de dilemas para los medios –especialmente los impresos-, están en la obligación de conocer un poco de historia: falta de insumos y repuestos de la maquinaria pesada y demás equipamiento; la restricción de divisas; las exigencias de actualización tecnológica y el constreñimiento propio de la crisis económica,  y ahora esta inimaginable amenaza de orden sanitario, han puesto a más de un medio de provincia a ir en retirada o, al menos, han pensado seriamente en esta opción. 

Diario La Nación no solo los ha experimentado en carne y hueso, sino que ha sorteado estos complicados episodios nacionales que se han constituido en el escenario por excelencia de esa realidad, y ha sido el portavoz de quienes han sufrido en ellos, desde todos los estratos sociales, desde todas las vocerías comunitarias, laborales y políticas.

No solo prender la rotativa

La primera edición de Diario La Nación, de aquel 23 de diciembre de 1968, no fue simplemente un prender la máquina y rodar. 

Se requirió del ensayo y error permanente, hasta que don Rafael Cortés y su mano derecha, doña Gloria Niño de Cortés, pletóricos de dicha, vieron cómo daban a luz una criatura, luego de un parto nada sencillo. 

Luego, ya en la calle, las pruebas de fuego se hicieron más intensas en pos de convencer al universo lector de que no solo llegaba a sus manos un medio producido desde las más modernas técnicas de producción editorial, sino de un contenido periodístico ágil e involucrado en profundidad con la problemática de la población, al tiempo que se abría abiertamente como vitrina para todo ciudadano que quisiera transmitir sus inquietudes y denuncias, o dar a conocer sus actividades, eventos y logros: eso no se pretende, eso se gana con esfuerzo y, aun medio siglo después, Diario La Nación está muy lejos de declarar una victoria absoluta.

Ya a finales de los años setenta, como reseña el cronista de San Cristóbal, Luis Hernández, en su libro La Nación, Símbolo Tachirense, el fundador don Rafael Cortés sabía de la ola de cierre de impresos en Europa, y sabía de la necesidad de modernización. 

Por esa misma época, a través de “campañas”, en favor del Hospital Central, en apoyo a la industria local amenazada por el contrabando, o en denuncia de la pobreza crítica, Diario La Nación no se conformaba con ser un pasivo boletín de la actualidad, pues con aguerrida actitud iba cobrando protagonismo en la dinámica social y política.

En los años 80 se esfumaba el paraíso petrolero, y el dólar en escalada desafiaba a la industria en general. En Diario La Nación esa realidad se reflejaba, tanto en las secciones propiamente noticiosas, como en los polémicos editoriales de don Rafael Cortés. 

Fue así como el periodismo consolidó un poderoso combo que asumió hechos muy dolorosos relacionados con los sucesos, como las muertes en un accidente de tránsito de los estudiantes del Liceo Militar Jáuregui, así como otros hechos de más escabroso proceder.

En los años 90, Venezuela experimenta un quiebre político sin precedentes y nuevamente la incertidumbre se cierne sobre los medios impresos, amén de que las nuevas tecnologías parecían traerles bajo el brazo una lápida. 

Al final todo terminó en un largo proceso de adaptación, conflictivo, pero más necesario. Eran tiempos en que la necesidad de mantener al lector bien informado estaba más vigente que nunca.

Con el ascenso de Hugo Chávez a la Presidencia, un poco antes de finalizar el siglo pasado, las voces apocalípticas proliferaron e independientemente de sus aciertos y fallos, no han estado en capacidad de dilucidar el futuro de los medios de comunicación nacionales. 

Dentro de ese lapso de dos décadas, un punto álgido lo constituyó el paro petrolero, que entrañó profundos dilemas y determinó radicales decisiones de los diarios que han repercutido hasta la actualidad.

Y, por si fuera poco, estos últimos cinco años han sido de una crisis económica, acompañada por una impensable crisis energética en un país que se ha ufanado de tener las mayores reservas de combustible del mundo, tan inconcebible como la crisis producto de la pandemia, que obligó a los medios, entre ellos por supuesto Diario La Nación, a tomar resoluciones en cuestión de horas, que implicaban tanto una administración del recurso material y administrativo, las estrategias de mercadotecnia, el fondo y la forma de la cobertura periodística, como los más profundos paradigmas de lo que consideramos como trabajo.

Nuevos proyectos

Diario La Nación se mantiene en pie gracias a la actual directiva, equipo administrativo, de mantenimiento, de transporte, periodístico y rotativa, donde las nuevas y veteranas generaciones van de la mano; y por supuesto, al que le precedió, muchas de cuyas personas que lo integraron, desde otro plano de la existencia, siguen lanzando sus bendiciones a la empresa que les dio una oportunidad. 

La lista de nombres sería inmensa, pero si esta se realizara con la justa exhaustividad, tendría que ser encabezada por Rafael Cortés y Gloria Niño de Cortés, quienes conocieron de momentos difíciles y ante ellos solo les restó decir: hay que seguir adelante.

Lo que el público desconoce es que no fueron pocas las veces que sacar Diario La Nación a los puestos de venta ha sido un milagro, cuando obstáculos de todo tipo en esa jornada se confabularon para callar la rotativa, pero el impreso sigue contra viento y marea y ahora convertido en un producto: transmedia, que traspasó la edición en papel y está en todos los formatos.

Fuente: La Nación.

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