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Lo primero a resaltar es que ser presidente en democracia debe ser la antítesis de un dictador, pues es obligante respetar la soberanía (decisión del pueblo), institucionalidad (leyes y competencias de los órganos del Estado) y la insustituible autonomía de las regiones (estados y municipios), es allí donde la democracia obtiene su éxito. Lo contrario, es decir, el irrespeto a la soberanía, a las instituciones y la violación de las autonomías regionales es un producto distintivo de las dictaduras.
La Constitución de nuestra república es extraordinaria en lo social (lamentablemente aún no ha sido puesta en práctica). En lo político tiene una grave tara que responde a nuestro lóbrego pasado de dictaduras y regímenes militarezcos; sobredimensiona la figura del Presidente, acorazándolo con las funciones vertebrales del Estado, lo hace un superpoder. El artículo 226 (CRBV) lo corona como “jefe de Estado” cuando solo debería ser jefe de Gobierno, pues en democracia el “jefe de Estado” debe ser el pueblo a través de su soberanía y órganos de Estado temerosos y obedientes a ella.
Esta tara en nuestra Constitución, que nos ha engendrado este país de averno no es casual; el único órgano (la AN) encargado de contrarrestar al Presidente ha sido minimizado cavernariamente, ha sido ignorado con pretensiones de disolverla, porque quiso incorporar a tres diputados electos por la soberanía del pueblo de Amazonas y proclamados por la autoridad competente; tres diputados que fueron enajenados de sus cargos por el TSJ en un acto contravenido hasta los tuétanos con el debido proceso, porque con ellos se puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente que pondría fin a este oscurantismo patrio ¿Es justo eso? ¿Quién está en desacato a la constitución: la AN o el TSJ?
Los planes de la nación son macros ¡No deben ser imposiciones! nadie conoce mejor sus debilidades y fortalezas que las propias regiones y municipios. Otro comportamiento dictatorial es el irrespeto a la disidencia; no puede ser posible que mientras dure una cadena presidencial haya que taparles los ojos y oídos a los niños para evitar que aprendan el lenguaje negativo de insultos e improperios.
¡Los gobernantes llegan hasta donde el pueblo lo permita! Ojalá la hora del pueblo exigente y democrático finalmente haya llegado, dejando para el olvido este ignominioso oscurantismo de dictadores, escudados en debilidades constitucionales.