Dilma Rousseff mantiene la templanza 

Enfundada en un traje blanco y con rostro de cansancio, Dilma Rousseff compareció ante la prensa horas después de que el Senado decidiera, tras una sesión maratoniana que duró más de 20 horas, abrir un juicio político con miras a su destitución

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, mantuvo la templanza después de que el Senado decidiera apartarla de su cargo y caminó al lado de los suyos, junto al expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva, en una calurosa despedida que se resiste a admitir.

"Mi mandato acaba en diciembre de 2018", volvió a repetir durante un pronunciamiento en el Palacio Presidencial de Planalto, el mismo que abandonará para dejar paso a su vicepresidente, adversario político y ahora sucesor, Michel Temer.

Enfundada en un traje blanco y con rostro de cansancio, Rousseff compareció ante la prensa horas después de que el Senado decidiera, tras una sesión maratoniana que duró más de 20 horas, abrir un juicio político con miras a su destitución.

Arropada por sus ministros y sus más fieles escuderos, Rousseff se contuvo durante sus pronunciamiento, pero sus ojos humedecieron cuando aseguró ser capaz "de defender sus ideas" a pesar de estar "marcada por el tiempo".

Golpeada políticamente, la presidenta pareció escuchar las palabras de su mentor político, Lula, quien siempre insistió y le empujó en sus discursos a "unirse al pueblo", sobre todo en los momentos más difíciles.

La presidenta se quitó la coraza que la acompaña, bajó del púlpito y saludó a las centenas de personas, la mayoría mujeres, que la esperaban a las puertas del palacio al grito de "Dilma guerrera" e "injusticia".

Rousseff tocó cabezas, dio besos, abrazos y repartió flores entre sus seguidores, que fueron notablemente menores que los que, en 2011 se despidieron de Lula, con un carisma del que la presidenta carece.

La jefa de Estado se mantuvo firme, pero su antecesor mostró un rostro desencajado, el del padrino que ve a su ahijada perder un mandato y el del político que se quedó sin la cartera de ministro que Rousseff le había concedido meses antes.

Si en el interior del Palacio de Planalto la seguridad se preparaba para la llegada del nuevo inquilino, los manifestantes clamaban a las puertas del edificio contra el ahora presidente interino de Brasil.

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